San León Magno

Dominaba perfectamente el latín y contribuyó a que esta lengua se perfeccionase como la oficial de la Iglesia. Su espíritu sacerdotal se manifiesta cuando hace frente a las dos dificultades presentadas: Una interna, como son las herejías; y otra externa, que es el caso de los bárbaros. Respecto a este último punto, logró que los invasores no destruyesen la Ciudad Eterna. Participa en el Concilio de Calcedonia donde se pone de relieve su sabiduría para hacer frente a la herejía monfisita de Eutiques quien defendía que en Cristo la Naturaleza Divina había absorbido la humana. Entonces en el Concilio se defiende como Dogma de Fe que Cristo es Persona Divina con dos naturalezas -Divina y humana- que no se mezclan ni se dividen. De él se conservan varios legados, entre los que se encuentran sermones y cartas varias, que constituyen un tesoro y una gran riqueza para la comunidad eclesial. Especialmente son preciados sus sermones de Navidad donde pone de relieve al Verbo hecho Hombre. Todos estos gestos le valieron el apelativo de Magno. Muere el año 460. Una de sus frases más famosas, la pronunció durante una homilía en Navidad y decía así: “Reconoce ¡Oh cristiano! tu dignidad. El Hijo de Dios se vino del Cielo por salvar tu alma”.  

Iconografía: Se le representa sentado en el escritorio estudiando y rezando o de pie con la Tiara Papal y el Báculo, signos de su dignidad de Vicario de Cristo y, por lo tanto, Pastor de la Iglesia Universal.

Otros Santos: Martiniano, Noé y Florencia.