La Santa que dió a su obra una impronta franciscana

Huellas franciscanas

Redacción Religión

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La sencillez y el trabajo bien hecho de cada día se unen al habla de la Santa que conmemoramos hoy: Santa Ángela de la Cruz. Nacida en Sevilla el año 1846, su familia es de origen pobre y humilde. El ambiente religioso siempre rodeó a aquel hogar modesto. No faltaba nunca la ocasión para dar gracias de corazón al Cielo por cuantos beneficios se recibían constatemente en aquella casa.

Durante su juventud, Ángela trabajó en una zapatería, situación que compaginaba con la atención a los pobres y necesitados, siguiendo el Modelo de Cristo en el Evangelio que invitaba a ser mansos y humildes de corazón. De esto se serviría el Señor para encauzarle a la tarea que iba a desempeñar en la Iglesia.

Y es que cuando tuvo por confesor al Padre Torres, ella hizo propósito de entrar en la vida religiosa, pero el guía espiritual le ayudó a descubrir los designios de la Providencia, que le llevaba a fundar un nuevo carisma: La Compañía de Hermanas de la Cruz. Su cometido fundamental era precisamente la asistencia los más necesitados, siguiendo la idea que Ángela había desempeñado hasta ese momento. A ello se unía la austeridad que tenían.

También asumieron muchos rasgos del espíritu franciscano, en su camino de perfección, ya que él era ejemplo de desprendimiento por Dios. Muere el año 1932 en la capital hispalense, dejando escritos de gran profundidad. San Juan Pablo II la beatificó durante su visita a España en 1982. Él mismo la canonizó en Madrid el año 2003, después de que en 2002 se aprobara el milagro de un niño que sufría una sería obstrucción de la arteria que pasaba por la retina, con lo cual no veía, pero tras encomendarse a Santa Ángela, recuperó visión de forma instantánea.

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