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No siempre tenemos muchos datos de los discípulos que siguieron al Señor en la Primitiva Comunidad. Lo importante es que lo que conocemos de ellos es clave para entender su santidad de vida. Hoy nos trasladamos hasta el siglo I con la celebración de San Cleofás, discípulo del Señor.
Algunos datos tenemos de él por el Evangelio que es la razón de ser de su discipulado y seguimiento del Maestro. Es el Evangelio según San Juan el que cuenta que, junto a la Cruz de Cristo estaba María su Madre, y un grupo de piadosas mujeres, entre las que se encontraba, María la de Cleofás. Este evangelista señala el nombre del Santo de este día.
También San Lucas, habla de Cleofás en su Evangelio, cuando iba camino de Emaús en compañía de otro discípulo, momento en el que Jesús Resucitado se les aparecerá. Sin embargo, ellos sólo le reconocerán al partir el pan.
Hasta ese momento, han conversado con Aquel misterioso viajero que les había explicado las Escrituras, en lo que se refiere al Mesías y sus padecimientos antes de entrar en la Gloria. Pero, a pesar de sentir arder su corazón, no habían sido capaces de descubrir al Maestro hasta ese momento. Ahora sí que ya pueden ir corriendo a Jerusalén para decírselo a los demás, y confirmar lo que les habían dicho las mujeres de mañana cuando vieron el Sepulcro Vacío y a un Ángel anunciándoles la Resurrección.
De hecho, van corriendo y cuando llegan al Cenáculo encuentran a los demás escuchando el relato de la Aparición del Resucitado a Pedro. Esto les da pie a ellos para contar lo que les había pasado a ellos camino de la aldea. No existe ninguna otra relación biográfica que cuente cómo fue el momento final de Cleofás en su marcha al Cielo.