Bayona, el primer lugar de España donde se conoció la noticia que cambiaría la historia

Bayona, el primer lugar de España donde se conoció la noticia que cambiaría la historia

Ana L. Quiroga

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“Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra fue vista primero por un marinero que se decía Rodrigo de Triana”. Así describe Fray Bartolomé de las Casas, el momento en el que, la madrugada del 11 al 12 de octubre de 1492, desde la carabela llamada La Pinta comandada por Martín Alonso Pinzón, avisaban a las otras dos naves de Colón, de que había tierra a la vista. Después de una penosa y arriesgada travesía, habían descubierto el Nuevo Mundo. Pasarían casi cinco meses hasta que el 1 de marzo de 1493, sería también La Pinta, avistada con sorpresa desde la torre de vigía del Castillo de Monterreal, la primera en tocar nuevamente tierra española en Bayona (Pontevedra) y, por eso fue allí donde antes se conoció la noticia del descubrimiento que cambiaría el curso de la historia a ambos lados del Atlántico.

Hoy, una réplica de aquella carabela, nos permite imaginar la enorme dificultad que Cristóbal Colón y sus hombres debieron afrontar para cruzar el océano en una nave tan frágil, sin apenas espacios para protegerse de los temporales atlánticos. Pero la historia de este lugar estaba escrita desde mucho antes y con letras de oro por su heroica resistencia ante el asedio al que se vio sometida por parte del cónsul romano Flavio Serviliano que, tras amenazar con asesinar a todos sus habitantes si no se rendían, recibió una contundente respuesta: “oro y plata no tenemos para comprar la libertad, pero hierro nos sobra para defenderla”. Los ciudadanos de la que entonces se llamaba Erizana, aguantaron estoicamente el asedio hasta que Viriato, el caudillo lusitano, acudió en su ayuda, liberándolos tras derrotar a las tropas del cónsul romano. Fue en los albores del siglo XIII, cuando el rey Alfonso IX de León, acordó cambiar el nombre de Erizana por Bayona.

Bayona, el primer lugar de España donde se conoció la noticia que cambiaría la historia

Sobreviviendo a lo largo de los siglos a ataques devastadores, desde Julio César, hasta Almanzor, pasando por Recaredo y los británicos, Bayona ha resurgido una y otra vez, con su fortaleza de Monterreal, hoy Parador de Turismo, como testigo de su historia y protagonista de no pocas leyendas.

Desde la muralla que rodea el castillo, se pueden contemplar las puestas de sol más hermosas, en las que en ocasiones el sol parece convertirse en una bala disparada por el cañón, hoy mudo, que protegía el castillo de los piratas ingleses que, con Francis Drake a la cabeza, se empeñaban en invadir la población y tomar la fortaleza.

También cuentan que Pedro Madruga, un noble gallego del que algunos estudiosos aseguran que puede ser el mismísimo Cristóbal Colón, ordenó encerrar en una de las torres, casi al nivel del mar, al obispo de Tuy y que, para humillarlo, mandó que la ya de por sí estrechísima puerta de acceso fuera reducida hasta dejarla tan estrecha que apenas pudiera cruzarla un niño. Después, mandó que alimentaran al obispo con múltiples y numerosos manjares para obligarlo a ganar peso y que no pudiera salir de ninguna de las maneras. Enterados los Reyes Católicos, desposeyeron a Pedro Madruga de sus posesiones, liberando al obispo. La historia reconoce un encuentro de Madruga con Isabel y Fernando en Alba de Tormes, donde se pierde el rastro del gallego. Algunos aseguran que murió en la localidad salmantina, aunque ahora se están haciendo estudios genéticos para comprobar si lo que ocurrió realmente allí, fue que se cambió el nombre por el de Cristóbal Colón y, para hacerse perdonar por los reyes, se ofreció para comandar una expedición en busca del Nuevo Mundo.

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En ese recinto del Castillo de Monterreal, a cada paso, uno se reencuentra con la historia entretejida de intrigas y leyendas.

Se cuenta que Carlos de Austria, Príncipe de Asturias y primogénito de Felipe II, además de mala salud, acostumbraba a llevar una vida poco recomendable en la que, lo mismo se descalabraba cayéndose por una escalera mientras perseguía a una criada exigiéndole “favores”, que incendiaba casas o mandaba asesinar al Duque de Alba, así que su padre, Felipe II, ordenaría que fuera encerrado, según dicen los bayoneses, en una de las torres de este Castillo de Monterreal, desde entonces llamada Torre del Príncipe, donde fallecería unos meses más tarde.

La leyenda dice que, en los días de temporal, en esa torre se escuchan unos impresionantes lamentos y no son los del Príncipe de Asturias, sino los de una doncella que había sido emparedada en ella por su padre que no aceptaba que estuviera enamorada de un joven que él no le había designado.

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En las cercanías, en lo alto del Monte Sansón, recortándose contra el océano y rodeada de pinos, La Virgen de la Roca, una impresionante escultura de 15 metros de altura, en la que el mármol de su rostro y sus manos contrasta con el color gris del granito en el que está esculpido el resto del monumento. Esa Virgen fue pensada como como faro que ayudara a los marineros a orientarse en las noches de tormenta y, por eso, debería haber lucido una antorcha en su mano izquierda, pero nunca le fue añadida. Sin embargo, tal como figuraba en el proyecto original, en su mano derecha, como homenaje a la carabela La Pinta, sí hay una barca a la que se puede acceder por una angosta escalera. Llegados a la cima, una balconada nos permite disfrutar de un entorno privilegiado, con el Atlántico, testigo de gestas inimaginables, como fondo.

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