Monasterio de Uclés, un lugar de película y una historia escrita con letras de sangre
El Monasterio de Santiago Apóstol, su nombre original, que tardó más de 200 años en estar terminado, se levanta donde tiempo atrás hubo un castro celtíbero
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Muy cerca de Madrid, en tierras conquenses, se alza el Monasterio de Uclés. Con su historia escrita con letras de oro y trazos de sangre, resistió, incluso, las acometidas vandálicas y devastadoras de los soldados napoleónicos que, a comienzos de enero de 1809, asaltaron y saquearon el pueblo y el monasterio. Cuentan los historiadores que los franceses torturaron, violaron y asesinaron de manera indiscriminada y despiadada a los ucleseños y a los monjes y que su crueldad fue tal, que el claustro del monasterio quedó convertido en un lago de sangre.
El Monasterio de Santiago Apóstol, su nombre original, que tardó más de 200 años en estar terminado, se levanta donde tiempo atrás hubo un castro celtíbero, más tarde un castillo del que perviven tres torres y una muralla de la que se conservan algunos tramos. Sin embargo, es el 9 de enero de 1174 cuando se empieza a escribir su historia más fascinante, al convertirse en la Sede central de la Orden de los Caballeros de Santiago.
No fue aquí donde las tropas cristianas adoptaron el grito de guerra de “Santiago y cierra España” sino tras la Batalla de Clavijo en la que abanderados por el Apóstol subido en su caballo blanco derrotaron a los árabes, pero cuando vemos la figura de Santiago sobre la entrada principal de este monasterio y el enorme cuadro representándolo en Clavijo, no resulta difícil imaginar lo profundo que debería ser el sentimiento de los Caballeros que residían aquí de manera habitual y de los que lo hacían temporalmente aspirando a serlo, como Góngora, Velázquez, Hernán Cortés o Jorge Manrique, hijo del Gran Maestre Don Rodrigo, al que dedicó sus memorables coplas a la muerte de su padre:
“Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando...”.
Cuando Manrique cayó herido de muerte a los pies del Castillo de Garcimuñoz, pidió ser enterrado en este monasterio, al lado de la tumba de su padre, aunque se desconoce el lugar exacto, porque tanto sus tumbas como las de los otros maestres de la orden que también habían recibido sepultura en este lugar, han desaparecido.
Con la Cruz de Santiago como una constante a lo ancho y largo del monasterio, llama poderosamente la atención la que se conoce como “Sala Grande”, donde unos medallones representan al emperador Carlos V junto a algunos maestres y caballeros de la Orden.
Entre todos esos rosetones, destaca una calavera que atribuyen a Don Álvaro de Luna, mandado degollar por Juan II, bajo la que reza una inquietante inscripción: "Vosotros, nobles barones, sabed que a nadie perdono", pero especialmente llamativa y misteriosa es otra figura con rasgos femeninos que algunos identifican como un caballero joven y no pocos aseguran que se corresponde con el rostro de una mujer que, de ser así, habría marcado época accediendo a un cargo que estaba destinado a los hombres.
Otros personajes ilustres como Quevedo, seguramente no guardarían un buen recuerdo de estos muros porque aquí estuvo preso por defender a su amigo el Duque de Osuna. Para castigar esa defensa, el Conde Duque de Olivares enemigo declarado del de Osuna, ordenó que el escritor fuera encarcelado aquí, pero ni siquiera la cárcel logró doblegar su espíritu crítico, tal como le hizo saber, en verso, al de Olivares:
“NO he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
me representes o silencio o miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.
Todo eso, mientras reservaba sus versos más sentidos para dedicárselos al Duque de Osuna, en su fallecimiento:
“Faltar pudo su patria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava la fortuna.
Lloraron sus envidias una a una
con las propias naciones las extrañas:
su tumba son de Flandes las campañas,
y su epitafio la sangrienta luna.”
Son algunas de las historias que nos vienen a la cabeza al tocar las piedras de este Monasterio de Uclés, también llamado El Escorial de La Mancha, tan espectacular, que ha sido escenario de películas tan emblemáticas como “Los 4 mosqueteros” con Charlton Heston, Christopher Lee, Oliver Reed, Michael York y Raquel Welch; objeto de atención para Hemingway que lo retrató en “Tierras de España” y en el que se desarrollan no pocas escenas de “Alatriste”, “El ministerio del tiempo”, “Águila Roja” o “Los fantasmas de Goya”.