Valdoviño y la Virgen que eligió desafiar al mar
Esa ermita, enterrada con frecuencia bajo la espuma que forman las altísimas olas, guarda la imagen de una Virgen que las gentes de la mar
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
La punta Frouxeira, con uno de los faros más modernos de España y la ermita de la Virgen del Puerto o Virgen del Mar, están en un lugar privilegiado de la costa coruñesa, en el municipio de Valdoviño y no lejos de Cabo Ortegal, el kilómetro cero, el punto exacto en el que el Mar Cantábrico y el Océano Atlántico se unen en un abrazo espectacularmente tormentoso, dando lugar a oleajes espectaculares con la ayuda del viento que, allí, llega a alcanzar velocidades de vértigo.
Es en esos momentos, cuando el viento se confabula con el mar originando olas de hasta 20 metros que se estrellan contra la costa en medio de un rugido ensordecedor, cuando más destaca, en lo alto de una roca que parece nadar sobre la espuma, la firmeza desafiante de una pequeña ermita, es la ermita de la Virgen del Puerto, Virxe do Porto, también llamada Virgen del Mar, un lugar mágico al que solo se puede acceder cuando la marea está baja y que es el más fotografiado de Galicia, detrás de la Torre de Hércules, especialmente, en los días de temporal.
Esa ermita, enterrada con frecuencia bajo la espuma que forman las altísimas olas, guarda la imagen de una Virgen que las gentes de la mar, después de cubrirla con un plástico para que las salpicaduras del mar no la deterioren, sacan a navegar, en procesión, una vez al año.
Cuenta la leyenda que hace no demasiado tiempo, unos pescadores, al pasar junto a esa roca, vieron una imagen de la Virgen. Para evitar que las olas la destrozaran, la cogieron y la llevaron al pueblo, pero al día siguiente, cuando se disponían a salir de nuevo a faenar, vieron que la Virgen, milagrosamente, volvía a estar en el mismo sitio en el que la habían encontrado y por eso decidieron construir allí una ermita, para que estuviera protegida y pudiera permanecer en el lugar que ella misma había elegido, como desafiando al mar y sus temibles temporales.
Hoy, sigue ahí, sencilla y bellísima, frente a un mar fascinante y a veces tenebroso, rodeada de playas espectaculares que los ”locos de las olas”, han convertido en el paraíso surfista del norte de España y que el mismísimo Roman Polanski, eligió para el final de su película “La muerte y la doncella”.
Un lugar en un entorno privilegiado, con unos paisajes excepcionales y en el que casi cada playa encierra un misterio o una leyenda como esa que cuenta que, en algún punto de esa parte de la costa, en la zona de Pantín, existe una antigua ciudad que en época de los romanos fue famosa y próspera gracias a su puerto comercial y que, andando el tiempo, habría quedado sumergida a causa del tsunami provocado por un terremoto. Dicen los más ancianos del lugar que algunas noches de tormenta, entre el sonido ensordecedor del mar, se puede escuchar el tañido de las campanas de la iglesia que habría desaparecido con el resto de la ciudad.
Belleza, misterio y magia a raudales bajo el influjo del abrazo entre dos mares.