Un exfutbolista, una repartidora de prensa y 14 taxistas: las otras víctimas de ETA
Esta facción paramilitar del independentismo vasco firmó cerca de 900 asesinatos en más de 3 mil atentados y secuestros
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El 20 de octubre de 2011 ETA anunciaba el cese de su actividad armada. Hoy, cuando se cumplen diez años desde que tres miembros de ETA enmascarados anunciaran “el cese definitivo de la actividad armada” en el País Vasco y en toda España, Otegi, Sortu y EH Bildu han emprendido un proceso de redención sobre la banda terrorista amparado por algunos sectores de la política española.
Esta facción paramilitar del independentismo vasco firmó cerca de 900 asesinatos en más de tres mil atentados y secuestros. Hoy, la memoria de sus víctimas está en juego.
José Antonio Pardines: la memoria del primer ejecutado por ETA
Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se convirtieron en uno de los principales objetivos de la banda terrorista de ultraizquierda ETA desde sus albores. Una historia criminal que comenzó el 7 de junio de 1968 con el asesinato del guardia civil de Tráfico José Antonio Pardines Arcay, de tan sólo 25 años.
El asesinato del joven agente responsable de Tráfico en el Destacamento de San Sebastián se produjo en la Nacional I, a su paso por el término municipal de Villabona (Guipúzcoa). La zona se encontraba en obras, por lo que Pardines y su compañero, Félix de Diego, se encontraban en el lugar desviando la circulación y dirigiendo el tráfico, cada uno de ellos en un extremo de la zona afectada separados por una distancia de dos kilómetros.
En ese momento, los etarras Francisco Javier Echebarrieta Ortiz, alias Txabi, e Iñaki Sarasketa, que viajaban en un automóvil Seat 850 coupé con matrícula de Zaragoza, se detuvieron junto a Pardines tras indicarles el alto para un control rutinario.
Mientras hacía las comprobaciones oportunas, Pardines fue asesinado por la espalda por el etarra Javier Etxebarrieta. Le disparó, sin posibilidad de defensa, en la cabeza y, posteriormente, en el pecho. Aunque esta fue la versión inicial, más tarde se demostró que Sarasketa también participó en el tiroteo. El informe de la autopsia practicada a Pardines detalló que presentaba “cinco disparos de arma de fuego; uno en la región subclavilar derecha; dos en la región precordial y otros dos en el hipocondrio izquierdo”, tres del calibre 9 mm y dos del calibre 7,65 mm.
El crimen, aunque ocurrió por una desafortunada casualidad, marcaría el inicio de una carrera sangrienta –muchas veces arbitraria– con la muerte y el sufrimiento como objetivos.
Otra infinidad de atentados tuvieron como objetivo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Uno de esos ataques fue el perpetrado en la madrileña plaza de la República Dominicana el 14 de julio de 1986. El 'comando España' de la banda terrorista ETA decidió atentar contra un convoy con 70 agentes de la Guardia Civil a bordo, con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años. Murieron 12 agentes.
Otro de los ataques más sangrientos con el sello de ETA fue el de la casa cuartel de Vic, ejecutado el 29 de mayo de 1991 en el municipio de la provincia de Barcelona. La explosión de un coche bomba con unos 200 kilos de amonal en la casa cuartel de la Guardia Civil de la localidad, dejó 10 muertos, cinco de ellos menores, y 44 heridos, la mayoría de ellos civiles.
Los periodistas y los medios de comunicación, otro objetivo preferente para ETA
La historia de la barbarie criminal de ETA no estuvo sólo vinculada a objetivos relacionados contra las distintas instituciones armadas. Diferentes medios de comunicación y renombrados periodistas también han sufrido la persecución terrorista hasta no hace tantos años.
La carrera de José Luis López de Lacalle, periodista y columnista del diario El Mundo, es un ejemplo. Su firme compromiso con la libertad y la democracia le colocó en la mirilla de la barbarie de ETA hasta su asesinato.
Aunque de Lacalle sabía que tanto él como su entorno vivían amenazados de muerte por ETA, declaraba sin miedo que seguiría trabajando porque “no podemos renunciar a la libertad”.
Ya en 1999 la localidad donde vivía fue inundada con pasquines, donde su nombre figuraba junto al de otros miembros del Partido Popular y del Partido Socialista de Euskadi. El 29 de febrero del 2000 sufrió el lanzamiento de cócteles molotov contra su domicilio y aparecieron pintadas amenazándole de muerte.
Toda esta cacería acabó pocos días después de aquel último altercado. El 7 de mayo de 2000, ETA cumplía su amenaza.
Cuando José Luis regresaba a su domicilio de Andoáin (Guipúzcoa) después de comprar unos periódicos y de desayunar en un bar cercano, no podía imaginar lo que le aguardaba. Los etarras Javier García Gaztelu, Asier Arzalluz Goñi y José Ignacio Guridi Lasa, que lo vigilaban desde primera hora de la mañana, ya habían planeado su asesinato.
De Lacalle, momentos antes de abrir el portal de su residencia, fue sorprendido por Guridi Lasa. Le disparó a quemarropa. Dos disparos en el tórax y, posteriormente, fue rematado en el suelo con otros dos tiros en la sien y en la nuca. El acontecimiento fue dramático. El cadáver de José Luis López de Lacalle permaneció tapado con una sábana ensangrentada durante tres horas hasta que se produjo el levantamiento de su cadáver.
Ramón Baglietto: salvó a su verdugo cuando era un niño de ser aplastado por un camión
El destino, en muchas ocasiones, nos aguarda algunos giros de lo más caprichosos. Es el caso de Ramón Baglietto Martínez, simpatizante de UCD y exconcejal de Azcoitia asesinado el 12 de mayo de 1980 a tiros en el Alto de Azcárate por ETA.
Y es que, aunque sabemos que el odio carece de cualquier raciocinio, parece que tampoco alberga memoria alguna. Llama poderosamente la atención en la historia de Baglietto que años antes de convertirse en objetivo de la banda terrorista, salvó la vida de uno de sus verdugos al evitar que lo aplastara un camión cuando apenas era un niño.
Ramón Baglietto fue asesinado cuando regresaba a su domicilio desde Elgoibar, donde regentaba un establecimiento de muebles. Su automóvil fue ametrallado con subfusiles por los etarras Cándido Aspiazu Beristain y Juan Ignacio Zuazolazigorraga Larrañaga.
A consecuencia de los disparos, Baglietto perdió el control del vehículo y acabó estrellándose contra un árbol. Los autores del atentado se acercaron al automóvil y, al comprobar que su objetivo seguía con vida, lo remataron disparándole a bocajarro.
Ramón Baglietto Martínez tenía 42 años y había nacido en Bilbao, aunque su familia se instaló en Éibar poco tiempo después. Residía con su mujer, Pilar Elías, y sus dos hijos, de 13 y 9 años, en Azcoitia.
14 taxistas asesinados por ETA
Hace justo un año, la Fundación Miguel Ángel Blanco estrenaba el documental 'Bajada de bandera', una producción que relata la historia de los 14 taxistas asesinados por ETA entre 1969 y 1985. Durante el film se intenta poner el foco, no sólo sobre tantas víctimas inocentes a veces olvidadas, sino sobre sus familias, que tuvieron que salir adelante en entornos hostiles en los que encubrir el duelo era una imperante necesidad.
El primero de estos ciudadanos anónimos que por avatares del destino se vería involucrado en el terror de ETA fue Fermín Monasterio Pérez. La banda criminal lo asesinó en Arrigorriaga (Vizcaya) el 9 de abril de 1969. Dejó mujer y tres hijas de 5, 10 y 13 años.
El terrorista Echevarría Izueta, alias 'Makagüen', lo ejecutó al no prestarse a colaborar en la huida que protagonizaba aquel día de abril después de ser sorprendido por la policía en un piso de Bilbao. Izueta le disparó, lo sacó de su taxi y lo remató en el suelo con tres disparos más antes de darse a la fuga.
Otro de los taxistas asesinados por ETA fue Francisco Expósito Camio. A las doce menos cuarto de la mañana del jueves 31 de julio de 19875, mientras esperaba la llegada de algún cliente en una parada de Usurbil (Guipúzcoa), dos individuos, uno por cada lado del vehículo, le dispararon a bocajarro. Tenía 54 años, estaba casado y tenía cuatro hijas. Francisco Expósito fue ciclista profesional entre 1942 y 1953, y consiguió catorce victorias en distintas competiciones. Incluso consiguió ser campeón de España en un campeonato de la modalidad de ciclismo de cross en 1951, en una edición celebrada en San Sebastián, y fue tres veces subcampeón.
Los secuestros y los chantajes: la crueldad más inhumana de ETA
Según la investigación 'Los secuestros de ETA y sus organizaciones afines, 1970-1997: una base de datos', de Francisco J. Llera y Rafael Leonisio, publicada en la Revista Española de Ciencia Política en 2015, ETA llegó a raptar durante toda su historia a 86 personas entre políticos, empresario y agentes de la autoridad.
Según los cálculos de Llera y Leonisio, entre 1976 y 1985 tuvieron lugar más del 80% de los secuestros. Los autores, detallan –además– que el 46,5% de los raptos que perpetró ETA, fueron secuestros exprés de un día o menos de duración.
Los dos secuestros más largos fueron el del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, que permaneció en zulo durante 532 días, y el del empresario José María Aldaya, secuestrado en 1995 durante 342 días.
Sin lugar a dudas, el secuestro más traumático para la sociedad española fue el que la banda terrorista ETA organizó en torno al concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco el 10 de julio de 1997. Para su liberación, ETA exigía al Gobierno de la nación el acercamiento de presos a cárceles vascas en 48 horas. La banda criminal, que buscaba su particular venganza por la liberación días antes de Ortega Lara, ejecutó a Miguel Ángel y fue abandonado dos días después del secuestro con varios tiros en la cabeza. Horas más tarde de encontrarle, murió en el hospital.
El atentado de Hipercor: el más sangriento de la historia de ETA
El atentado más sangriento con el sello de ETA tuvo lugar el 19 de junio de 1987 en Barcelona. La banda terrorista perpetró un ataque con coche bomba en el centro comercial Hipercor de la avenida Meridiana de Barcelona, en el que murieron 21 personas y otras 45 resultaron heridas.
A este ataque en la ciudad Condal, le siguen los ejecutados por ETA en la cafetería Rolando de Madrid el 13 de septiembre de 1974 en el que fueron asesinadas 13 personas; el que ya hemos mencionado y que se ejecutó con un coche bomba al paso de un convoy de la Guardia Civil en la plaza República Dominicana de Madrid (12 guardias civiles fueron asesinados); y el atentado frente a la casa-cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, en el que se contabilizaron 11 asesinatos.
Carmen Tagle y Francisco Tomás y Valiente: la Carrera Judicial fuertemente amenazada
También han sido numerosos los miembros de la Carrera Judicial que se han visto amenazados por el terrorismo de la banda ETA simplemente por el hecho de pertenecer al estamento judicial. En la Audiencia Nacional se recuerda el nombre de la fiscal Carmen Tagle, asesinada en septiembre de 1989 a los 44 años por la banda terrorista cuando se encontraba en la puerta del garaje de su domicilio en Madrid.
Carmen Tagle González volvía a su casa alrededor de las tres de la tarde del 12 de septiembre de 1989 cuando varios miembros de ETA, Henri Parot, Jacques Esnal y Francisco Múgica Garmendia, la seguían desde su salida del trabajo. Al llegar a la entrada de su garaje, y mientras esperaba a que se abriera la puerta, los asesinos etarras se acercaron al vehículo de la fiscal y le dispararon varias veces a través de la ventanilla. Carmen Tagle murió en el acto.
La fiscal había dedicado sus últimos años a la lucha contra ETA. De hecho, apenas unas horas antes de ser acribillada a tiros, había ejercido como acusación pública en un juicio contra varios terroristas de la banda.
No podemos olvidarnos de Francisco Tomás y Valiente, expresidente del Tribunal Constitucional al que la banda terrorista ETA asesinó el 14 de febrero de 1996 en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid. El profesor Elías Díaz, con quien hablaba por teléfono en el momento del ataque, escuchó los tiros al otro lado de la conferencia.
Francisco Tomás y Valiente, de 63 años, estaba casado y era padre de cuatro hijos. Además de jurista, era historiador y escritor. El día después de su asesinato, el diario El País publicó el último artículo que había dejado escrito antes de morir, en el que denunciaba que “el silencio es deshonesto antes y después de la muerte del último hombre asesinado”.
El asesinato de María Cruz Yoldi, una inocente repartidora de periódicos de Pamplona
La campaña de hostigamiento contra la sociedad en general tanto por parte de ETA como del resto de la ‘izquierda abertzale’ ampliaba su campo de acción contra civiles inocentes, ajenos a cualquier tipo de decisión política o judicial. Es el caso de María Cruz Yoldi Orradre, que encontró la muerte a los 62 años la mañana del 17 de octubre de 1987.
María, que trabajaba como repartidora del Diario de Navarra en el Segundo Ensanche de Pamplona, estaba al borde de la jubilación después de una vida dedicada a sacar adelante a sus siete hijos, de los que uno había fallecido.
Cuando pasaba por el número 5 de la calle Cortes de Navarra, a la altura de las oficinas de la compañía de seguros La Unión y el Fénix Español, un artefacto que un comando de ETA había colocado horas antes estalló. El cuerpo de María Cruz Yoldi salió despedido más diez metros hasta acabar bajo el parachoques de un vehículo marca Citroën. La detonación le provocó múltiples fracturas en todos los huesos del cráneo, amputación de un brazo y graves heridas en tórax y abdomen. Los servicios de emergencias recogieron parte de sus restos en las cornisas de los edificios colindantes.
Su marido, Gregorio Eguíluz, apenas volvió a hablar después del atentado y falleció cinco meses después. Sus hijos aseguran que “murió de pena”.
La colocación de la bomba había sido comunicada horas antes mediante confusos avisos a la asociación de ayuda en carretera Detente y Ayuda (DYA), pero la Policía no logró localizar el artefacto. En 1991 la Audiencia Nacional condenó a Bautista Barandalla Iriarte a 41 años de cárcel como responsable del atentado. Durante el juicio Iriarte reconoció ser miembro del grupo Amaiur de ETA.
José Antonio Santamaría, el exfutbolista y empresario al que asesinó ETA
Desde el inicio de su actividad terrorista en 1968, ETA ha contabilizado –además de los más de dos mil atentados y 853 asesinatos– más de 10 mil extorsiones mediante el llamado “impuesto revolucionario” sobre empresarios, altos directivos o incluso pequeños negocios.
Un ejemplo de esta persecución lo encarnó José Antonio Santamaría, copropietario de una discoteca donostiarra y exjugador de la Real Sociedad. Santamaría fue asesinado con un tiro en la nuca mientras se encontraba cenando y celebrando la víspera del día de San Sebastián en la sociedad Gaztelupe. Como en otras ocasiones, ETA llevaba tiempo haciendo una campaña de acoso con acusaciones falsas contra el empresario relacionándolo el con tráfico de drogas primero, y con la lucha antiterrorista después.
Juan Antonio Olarra Guridi, el autor del disparo, fue condenado a 28 años de prisión en 2007. Valentín Lasarte Oliden, fue condenado en 1997. El tercer terrorista que perpetró el crimen, José María Iguerategui Gillisagasti, no llegó a ser condenado al morir sólo un año después del atentado contra Santamaría.
Manuel Gimenez Abad, asesinado delante de su hijo cuando iban a La Romareda
La cobardía ha sido en muchas ocasiones la nota dominante en los crímenes etarras. Una actitud que demostraron nuevamente cuando asesinaron a Manuel Giménez Abad, presidente del Partido Popular en Aragón el 6 de mayo de 2001 en presencia de su hijo Borja, entonces de 17 años, mientras se dirigían a La Romareda para presenciar como miles de aficionados el partido entre el Real Zaragoza y el Numancia.
A mitad de camino un terrorista descerrajó tres tiros a Manuel Giménez Abad. Por la espalda, a sangre fría y sin posibilidad de defensa.
Hoy, Borja ha charlado con Pilar García Muñiz, comunicadora de Mediodía COPE, para compartir todos sus recuerdos. “Los pitos aún resuenan en mi cabeza”, ha asegurado el hijo del presidente del PP de Aragón. Un crimen cobarde y cruel que forma parte de los más de 300 asesinatos de ETA todavía por aclarar y que, como nos ha contado Borja, te marcan: “Uno se tiene que rehacer, no te queda otra, te vas recomponiendo pero te acompaña el resto de tu vida”. Tanto es así que, “ese año empecé la universidad y tenía que pasar todos los días por esa calle”.