Puigdemont y otros presidentes en problemas con la Justicia
El pulso de Puigdemont a la Justicia, a normas constitucionales y a todos los reglamentos parlamentarios no es algo único, singular, extraordinario; no le hace especial y mucho menos excelso.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Que el poder llama a poder y con el poder puede ir el malentendido ejercicio de aprovecharse del cargo es algo que existe desde que el mundo es mundo. Si nos centramos en la era moderna, y no hay que retrotraerse a la caída de Costantinopla ni a la Revolución francesa sino al tan reciente siglo XX, presidentes poco ejemplares, los encontramos en cualquier parte desde el hemisferio Norte al Sur y de Oeste a Este.
Poco ejemplar fue el comportamiento de Nixon en la Casa Blanca. Desde el despacho Oval participó en los pinchazos a los teléfonos del Partido Demócrata utilizando a la CIA para desviar la atención del FBI. "Nos vamos con grandes esperanzas... y también con gran humildad", dijo tras conseguir el perdón total de su sucesor Gerald R. Ford.
El continente americano, en especial los países del sur cuentan con una ristra de dirigentes poco imitables. La mala conducta subsiste con los años. El indulto estas pasadas Navidades a Alberto Fujimori, que fuera presidente de Peru, ha traído a la memoria su condena a 25 años de prisión por varias matanzas en Lima y el secuestro de un periodista y un empresario tras el autogolpe de abril de 1992. El indulto, pese a la oposición de todo el país, se lo concedía el actual presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski para librarse de la destitución por su implicación en el caso Odebrecht.
El escándalo Odebrecht, es, a modo de resumen, "la mayor red de sobornos extranjeros de la historia", que salpica a presidentes y expresidentes latinoamericanos. La implicación en este caso de corrupción que involucra a la constructora brasileña Odebrecht va desde el actual presidente de Brasil, Michel Temer, a Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva, sus antecesores en el cargo. Pasa por Perú e implica a los expresidentes, Alejandro Toledo y Ollanta Humala por los delitos de lavado de activos en detrimento del Estado y asociación ilícita para delinquir, relacionados con el mismo caso Odebrecht. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos está bajo sospecha por recibir dinero de Oderbrecht para su campaña electoral, las mismas sospechas llegan hasta Panamá a la campaña del expresidente Ricardo Martinelli y salpica al presidente argentino, Mauricio Macri.
En Europa tampoco podemos presumir de tener el expediente judicial limpio. Desde las turbias relaciones del italiano Giulio Andreotti con la mafia, el cash for honours de los laboristas británicos, que otorgaba títulos y condecoraciones a cambio de donaciones, al caso más reciente del francés Fillon por malversación de fondos públicos y que acabó con su carrera presidencial a favor de Macron.
Y si todo esto parece poco, llegar a África es mirar a un continente que llora sangre por los casos de corrupción y su poca persecución judicial. Teodoro Obiang, el presidente que lleva más años en el poder en el mundo, es el claro ejemplo. Se le acusa de torturar, asesinar y robar, pero 75 años después sigue al frente de Guinea Ecuatorial. También sigue ostentando el poder, pese a que el parlamento sudafricano quiere destituirlo, el presidente Jacob Zuma, cuya trayectoria está sembrada de escándalos de corrupción, una denuncia por violación y más de 20 hijos con una decena de mujeres.
El poder y la Justicia. Así,no, señor Presidente. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?. Los asesores que se atreven son destituidos y los amigos dejan de serlo. Lo estamos viendo con Carles Puigdemont y su entorno.