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Es una olla a presión. Si tapas un orificio busca otra salida o estalla. El endurecimiento de las medidas de control de la inmigración por parte de Italia y la colaboración de Libia están dando resultados inmediatos en el país ribereño: La llegada de embarcaciones desde la costa africana se ha reducido en lo que llevamos de año en un 65% respecto al mismo periodo de 2017. Sin embargo la determinación italiana puede pasar factura a no mucho tardar en nuestro país.
El Centro Nacional de Inteligencia ha advertido ya en sus últimos informes a responsables políticos y policiales que las pateras van a regresar a nuestras costas de manera importante de cara a este verano. El final de las últimas borrascas primaverales pueden dar paso a la calma que se requiere para que las redes criminales de la inmigración dirijan sus rudimentarias embarcaciones, repletas de gente desesperada, hacia el sur y sureste de la Península Ibérica.
La presión migratoria en España parecía estable después del incremento que se registró el año pasado, cuando se alcanzaron los peores resultados desde la gran crisis del año 2006. Sin embargo los datos de la Comisión Europea advierten en marzo un repunte del 18% respecto a 2017. Y no sólo por vía marítima.
En los últimos meses se ha registrado un aumento de los asaltos o intentos de asaltos en las vallas de Ceuta y Melilla. Las previsiones en este momento, según todos los responsables dependientes del Ministerio del Interior, es que este año empeoren los resultados del anterior.
Es la peor noticia para España: la ruta de las mafias, que en los últimos tiempos se había centrado en el Mediterráneo oriental está moviéndose hacia occidente. La buena noticia, a decir de las fuentes implicadas en la lucha policial contra este desafío consultadas por COPE, es que tanto Marruecos como Argelia están trabajando, ahora sí, con nuestro país. “Llegan pateras, pero si no hubiera colaboración llegarían 10 veces más”, nos dice un mando en ese frente.
A todo esto, en aeropuertos como Barajas sorprende el incremento en las peticiones de asilo, sobre todo de ciudadanos palestinos o venezolanos. Se suman a la larga lista de otras nacionalidades más habituales. “Esto es una auténtica ONU”, asegura una fuente policial. Los palestinos arriban por lo general al aeropuerto madrileño tras pasar por países de Sudamérica como Brasil o Bolivia y previo pago de unos 7.000 euros al intermediario que les organiza el viaje.