Sin Micrófonos | El viaje de Marlaska desde el barrio de Chueca al Ministerio del Interior
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Cuando Fernando Grande Marlaska (Bilbao, 1962) cruzó la puerta de su bar de siempre, en el barrio madrileño de Chueca, cerca de su casa, no lo hizo ya como el vecino ilustre de tantos años, hasta ahora vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), sino como el flamante ministro del Interior del gobierno de Pedro Sánchez. Llegó con unos pocos amigos de máxima confianza tras prometer el cargo ante el Rey y tomar posesión de su despacho en Castellana 5. La dueña del Válgame Dios teme que esa normalidad pueda complicarse a partir de ahora.
-“Fernando, espero que sigas viniendo a esta casa como siempre, que no te cambie el puesto”.
Y el juez hace lo de siempre: la besa y se abrazan. Le promete que así será. Sin embargo lo más probable es que el vecino deje de serlo. Cuando le preguntas en la sala de prensa del Ministerio si se traslada a vivir a la residencia oficial, justo encima del despacho y a escasos centenares de metros de su domicilio, contesta que lo está valorando. Razones de seguridad.
Las razones de Estado deben de guardarse en la cartera imponentemente negra que le entregó, en su relevo, el ministro saliente, Juan Ignacio Zoido. Por la tarde no sabia aún si acudir al primer “Consejo de ministras y ministros” con ese artilugio, que no le gusta nada, o con su mochila de siempre. La decisión menos trascendente, sin duda, de las muchas que le esperan. La primera, poner nombre y apellidos a puestos tan destacados como la Secretaría de Estado de Seguridad, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias o las direcciones generales de Guardia Civil y Policía.
Los consejos de Rubalcaba
Dicen quienes le conocen que es amigo de sus amigos y que su mejor banquillo lo tiene en su entorno jurídico. Alguna de esas buenas amistades tiene nombre de juez, como Pablo Ruz. El que fuera combativo titular suplente del juzgado central número 5 estaba ayer entre sus invitados, en una sala repleta de caras conocidas y de uniformes. Entre las primeras, Alfredo Perez Rubalcaba, persona cercana al ministro entrante, a quien se da por hecho en su entorno que consultará algunas decisiones. El ex-ministro del PSOE conoce bien los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que ahora pasa a dirigir y coordinar este vocal del CGPJ nombrado por el PP.
Entre Marlaska y Rubalcaba ha habido de todo en un pasado no muy lejano: de reuniones de coordinación entre el ex-ministro y el que fuera magistrado de la Audiencia Nacional en la lucha contra ETA o el yihadismo a decisiones de su señoría que amenazaban con poner contra las cuerdas a la policía que dirigía entonces Rubalcaba: Marlaska es uno de los instructores de la pieza sobre el chivatazo a ETA en el bar Faisán de Irun en el año 2006. También ordenó deducir testimonio tras la denuncia por torturas de los etarras Portu y Sarasola, detenidos en 2008 por la Guardia Civil como presuntos autores de la voladura de la T-4, en Barajas (Madrid). Aquel atentado hizo saltar por los aires la tregua de ETA en diciembre de 2006.
Fue Arnaldo Otegui quien preguntó entre desconcertado y desafiante cuando vió que Marlaska le enviaba a prision en 2005, en medio del proceso de negociación con ETA: “¿Esto lo sabe Cándido?”. Se refería a Cándido Conde Pumpido, Fiscal General del Estado con Zapatero. La prisión fue solicitada por el fiscal Eduardo Fungairiño. El batasuno reprocha a Pedro Sánchez estos días el desaire que supone este nombramiento después de que dos diputados de Bildu votaran a favor de la moción de censura que desalojó a Rajoy de la Presidencia. Al político y ex preso de ETA no le gusta nada que quien le encarceló a él y a muchos militantes de la banda pase ahora a dirigir la política penitenciaria. El combate policial contra el secesionismo radical es otro de sus frentes.
Un ministro bien recibido
Guardia Civil y Policía reciben con satisfacción la llegada de Marlaska a Interior. Hay inquietud entre los que ocupan puestos destacados en las cúpulas policiales ya que es norma de la casa poner todo patas arriba tras un cambio de titular en la cartera. Sin embargo es más general la expectación por si el cambio fuera para bien. El ministro conoce la materia. Ayer aseguraba que “los mejores momentos de mi vida profesional los he vivido junto a policías y guardias civiles.”. Era de los jueces que se desplazaba con frecuencia a dirigir las operaciones más complicadas sobre el terreno. Eso gustaba a los agentes.
Cuando Pedro Sánchez le ofreció el cargo el pasado fin de semana, “pasó unos dias en shock”, pero tenía claro que iba a dar su conformidad, nos dice un buen amigo. Ha consultado a su pareja, Gorka Gómez, y siente no haber podido hacerlo a su persona de referencia, su madre. La quería con locura. Falleció hace casi dos años. Marlaska siempre recuerda a aquella costurera de Bilbao que, cuando llegaba su Fernandito de clase, retiraba los trapos de la mesa para dejar un hueco a los libros. Y Fernando llegó a ministro.
Gorka es su contrapeso. Lucha por el anonimato y aminora la proyección mediática de su pareja. Sus íntimos lo saben, como el propio Rubalcaba, quien felicitó tanto al nuevo ministro como al consorte. Una fila de generales y comisarios, de riguroso uniforme, esperaban tras Rubalcaba e imitaron a su antiguo jefe: besos y abrazos para la pareja. Razones de cortesía y de expectativas de futuro. Tanto en la Guardia Civil como, sobre todo, en la Policia Nacional, se recuerda estos dias la lista de oficiales que han trabajado cerca del juez de la Audiencia Nacional. Alguno podría se designado para sustituir a los que están y ascender en el escalafón. Se juega mucho.
Policias y Guardias, pendientes de la primera paga.
Los sindicatos policiales y las asociaciones de la Guardia Civil tampoco están dispuestos a perder en ese juego. Lo primero, la equiparación salarial conseguida con los Mossos y recogida, en una primera partida de 310 millones de los presupuestos de 2018. Para septiembre, o quizás en agosto, esperan cobrar la primera nómina con el incremento pactado con los ya ex-ministros Zoido y Montoro. Luego vendrá la Ley de personal y otras cuentas pendientes.
El ministro sabe de echar horas de despacho y ayer las ocupó con una prioridad: ponerse al corriente y “buscar gente válida e ilusionada” para formar su equipo, según su entorno. A Marlaska le gusta pasear y hacer vida por la calle. “Cada fin de semana tira de camisa, vaqueros y zapatilla y a disfrutar del barrio”, recuerda alguien próximo. Hace un par de días se le vió tirando de sus tres canes (recogidos de una asociación de animales abandonados). Lo suele hacer al final del día. Ahora está al comienzo de algo que no sabe cuánto durará, pero que, probablemente, le prive del paseo con los perros. Alguna vez volverá al bar de siempre y alguna decisión la meditará en casa mientras acaricia a su gato. Pero todo, seguramente, fuera de Chueca. En el Ministerio del Interior.