Así es la vida en Gandiol (Senegal), donde se exporta esperanza
La población de Gandiol, al norte de Senegal, ha dejado de ser invisible
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La población de Gandiol, al norte de Senegal, ha dejado de ser invisible. La asociación Hahatay (sonrisas de Gandiol) que coordina desde hace cinco años una gallega, Laura Feal, le ha dado un lugar de reconocimiento internacional porque Gandiol exporta esperanza. En su suelo se ha levantado el primer centro para la promoción del desarrollo de la comunidad, a través de iniciativas culturales y luchar contra el éxodo juvenil y disuadir a los jóvenes de la inmigración clandestina.
De esto último sabe mucho Mamadou Dia, quien en 2006 fue ocupante de una de las cientos de embarcaciones que se echaron al mar en la ola de la inmigración procedente del África Occidental en la ruta que transcurre entre Senegal y las Islas Canarias. Lo hizo asumiendo los riesgos del naufragio y un futuro incierto pero entonces su país no le ofrecía otra alternativa que la de emigrar. Su paso por España le ayudó a entender que cruzar una frontera hacia países desarrollados no le hace ser ciudadano y que también existen síntomas de precariedad y, por supuesto, las dificultades de la vida de todos los días. Desmitificó el conocido Dorado y volvió a pensar en su familia, en su pueblo y en los ríos de jóvenes tentados diariamente por las mafias para emigrar a España. Fue cuando decidió retornar al punto cero, regresar a Gandiol y crear un espacio para desarrollar la participación de los ciudadanos, realizar actividades culturales a través del impulso de otras organizaciones, formar y capacitar a los jóvenes.
Mamadou quería dar un sentido a su pueblo y durante el proceso, se cruzó con una arquitecta vasca, Nerea Pérez-Arróspide. Una joven cooperante que creía en la arquitectura como parte de la transformación de los pueblos. A partir de la idea de Mamadou, la joven española creó los primeros bocetos del centro, en donde ya se visualizaba la biblioteca, la sala de charlas y conferencias, el lugar para la organización de cursos y los talleres. Tres construcciones de ladrillo y adobe, con techos de madera y otros materiales tradicionales comprados en Gandiol, para promover la economía local. Pero Nerea perdió su vida en un accidente de tráfico en Senegal y con ella también parecía que se marchitaban los sueños de Gandiol. Sin embargo apareció su hermana, con el apoyo de su pueblo y de tantos otros del territorio español para aunar esfuerzos y alcanzar fondos que permitieran que Aminata—el nombre que le dieron a Nerea en Senegal—recobrara vida. Y así fue, en este mes de enero, el Centro cultural Sunu Xarit Aminata, ha dado sus primeros pasos siempre guiados desde arriba.