El ejemplo de San Marino y la importancia de un 'plan B' en la estrategia de vacunación
El microestado europeo consigue rebajar sus cifras de pacientes covid gracias a apostar por vacunas alternativas como la Sputnik V
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Fiar todas las opciones a un único plan puede ser algo muy arriesgado, sobre todo si estamos hablando de salvar vidas. Eso debió ser lo que pensaron en San Marino, que en un primer momento iba a inocular a su población al ritmo de la Unión Europea gracias a los acuerdos que había conseguido cerrar con sus vecinos italianos.
Sin embargo y como bien sabemos, el abastecimiento de vacunas para los países de la unión del viejo continente está siendo complicado, con retrasos en las entregas que empiezan a crispar a los millones de ciudadanos que se están viendo afectados. Esa fue también la situación de los poco más de 30.000 sanmarinenses, que comenzaron a ver que los retrasos en las entregas les dejaban con una mano delante y otra detrás. Su propia estrategia, basada en la dependencia completa de Italia respecto al abastecimiento de las dosis, les estaba condenando.
Teóricamente, el país había firmado un acuerdo con Roma para recibir una de cada 1.700 vacunas, lo que les aseguraba mantener un ritmo de inoculaciones similar al de los países miembros de la Unión Europea. Parecía que habían conseguido cerrar un gran acuerdo, pero la realidad fue muy diferente. Ese acuerdo entre naciones tenía que ser aprobado también por Bruselas, además de por los proveedores, por lo que, para variar, la burocracia lo atrasó todo. Y no poco tiempo, si no casi dos meses, por lo que la indignación y el desconento entre los habitantes del enclave comenzó a ir en aumento.
"Teníamos que buscar soluciones, ya que nos encontramos con una protesta muy fuerte por parte de los ciudadanos", comentaba Roberto Ciavatta, ministro de Salud del microestado. Por ello, la única alternativa posible era buscar vacunas dónde nadie las estuviera buscando, lo que les llevó a abrir sus horizontes y explorar mercados diferentes.
De esta manera, San Marino comenzó a valorar vacunas como las chinas, descartadas por carecer de estudios revisados por pares, o las indias, de las que poco o nada se sabía, por lo que decidieron optar por la opción rusa de la Sputnik V, que al menos contaba con varios estudios que provaban su efectividad y que tenían un coste aceptable para la pequeña nación.
Los primeros en Europa Occidental
San Marino aprobó la compra del antídoto ruso con un previo análisis de un comité bioético, convirtiéndose así en el único país en Europa Occidental que autorizaba su administración y su uso. Y por el momento, la jugada parece que les está saliendo bien, obteniendo unos resultados positivos, sin apenas sobresaltos y evitando el incipiente aumento de casos que se podría haber producido de continuar con la tendencia previa.
Por otro lado, los acuerdos con Italia y con Bruselas también han permitido que el país reciba algunas dosis de Pfizer, aunque estas han pasado más a ser un apoyo que la fuente principal para conseguir la inmunidad. De esta forma, San Marino ha conseguido registrar un mejor ritmo en su campaña de vacunación, con un 22,9% de su población completamente inoculada (7.702 personas) según datos de Our World in Data. Y gracias a esto ya se aprecian las primeras consecuencias, con un notable descenso de los contagios registrados desde el 30 de marzo.
Su estrategia no ha tardado en acumular elogios, especialmente de sus propios vecinos. Tanto es así, que varios centenares de italianos han intentado, en vano, vacunarse en el microestado vecino, al mismo tiempo que instan a su país a continuar con el ejemplo y considerar las dosis rusas como una opción real. Pero en el caso italiano la gestión no es tan sencilla, puesto que dependen ya no solo de la UE, si no también de la aprobación de la Sputnik V por parte de la Agencia Europea del Medicamento.
Hasta la fecha, San Marino ha registrado 86 fallecidos por coronavirus, además de un total de 4.962 casos, un dato a tener en cuenta atendiendo a su poca población.