Japón también se une a la moda del Toro de Osborne junto a Dinamarca
La creación representa un guiño de la marca andaluza con motivo del 150º aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y Japón
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El famoso Toro de Osborne, obra del artista Santiago Sierra, construido frente al pueblo japonés de Matsunoyama (3.000 habitantes) será el segundo toro no publicitario de Osborne fuera de España, después del construido en el Superkilen Park de Copenhague (Dinamarca) en 2016.
La muestra de arte contemporáneo al aire libre más importante del mundo, ‘Echigo Tsumari’ expondrá por primera vez en su muestra la silueta de el Toro de Osborne, en el año que se cumplen 150 años de relación entre España y Japón. La exhibición nipona ha seleccionado al Premio Nacional de Artes Plásticas Santiago Sierra para intervenir una ladera montañosa de Matsunoyama en la prefectura de Niigata, uno de los destinos vacacionales más cotizados para los amantes del Ski, la naturaleza y con unas extraordinarias aguas termales.
Más de 60 años tiene el Toro de Osborne como icono del diseño y punto de encuentro en las carreteras españolas desde la instalación, en 1958, de la primera serie de ejemplares según el prototipo emplazado un año antes en Cabanillas (Madrid) para promocionar el brandy insignia de la histórica bodega.
Décadas después, la popular silueta que por encargo de Osborne ideó el publicitario Manolo Prieto (1912-1991) ha sorteado arreones, esquivado gañafones de tauromaquia añeja y, al menos en dos ocasiones, se ha beneficiado del pañuelo naranja del indulto merced a otras tantas sentencias judiciales.
Negro zaino, acaramelado de pitones, ensillado y de generosa papada, el Toro de la Carretera, como también se le conoce, nació en el kilómetro 55 de la N-I, en Cabanillas de la Sierra (Madrid), elaborado en madera y de cuatro metros de alzada.
En un año, la camada se amplió hasta quince ejemplares y la cabaña se multiplicó en los años sesenta hasta sumar medio millar de siluetas en las carreteras de una España entonces en plena efervescencia del turismo, lo que contribuyó a su identificación y proyección como seña de identidad del país entre los extranjeros.
El primer puyazo lo recibió desde la normativa estatal de carreteras cuando en 1962 distanció al morlaco del asfalto para no distraer a los conductores, pero lejos de repucharse se vino arriba al ocupar lugares más alejados y crecer en tamaño para compensar el necesario alejamiento de la vía.
De los cinco metros y la madera, se pasó al metal, los catorce de altura y a los 4.000 kilos de peso soportados por cuatro torretas metálicas ancladas en zapatas de hormigón, un tamaño que los profesionales del toreo identificaron desde entonces con el excesivo trapío y romana de los que tenían que lidiar en algunos cosos.
De aquella comparación nació la expresión “Eres más grande que el Toro de Osborne”.