'Las hijas del capitán', el tributo de María Dueñas “a los españoles emigrantes y a las mujeres valientes que lucharon por sobrevivir lejos de casa”

La escritora María Dueñas en Nueva York

Ramón García Pelegrín

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

María Dueñas ha presentado en las calles de Nueva York su cuarta novela desde el fogonazo de “El tiempo entre costuras” (2009) con una enorme expectación mediática. La primera edición suma medio millón de ejemplares, nada menos. Nuestros pasos se detienen en la mítica calle Catorce, la “Little Spain”. “Estamos en la calle Catorce que cruza Manhattan, dice Dueñas. Entre la séptima y la octava avenida fue donde vivió la mayoría de los treinta mil emigrantes españoles que residían aquí en los años treinta. En mi imaginación la casa de los hermanas Arenas era esta, dice la autora de Puertollano, mientras señala a una casa de ladrillo rojo. En su día fueron casas muy humildes pero ahora se han revalorizado y cuestan una millonada”. Lo cierto es que varias familias españolas residieron allí. Es una invención con un sustrato de realidad. También estaba en la Catorce la Librería Macondo hasta hace no mucho, o Casa Moneo donde se podía comprar de todo, incluidos turrones o discos de música española. Los españoles que desembarcaban en los años treinta se buscaban la vida y trabajaban en la que fuera. Eran estibadores, fogoneros, camareros, marineros, obreros de la construcción.

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El profesor de Español en la Universidad de Nueva York y nieto de asturianos, James Fernández, asegura que “los primeros españoles en la Catorce fueron los marineros que bajaban de un barco y se refugiaban allí hasta el siguiente. Los primeros llegaron a finales del siglo XIX, después del desastre del 98, la pérdida de los últimos territorios españoles de ultramar. Tras la Primera Guerra Mundial entraron cien mil españoles en Estados Unidos porque había trabajo durante la contienda. Pero luego se quedaron en la calle. El Gobierno español emprendió entonces un trabajo de repatriación y miles de españoles volvieron a casa”.

Pero el epicentro de toda la vida social de Little Spain era “La Nacional”, un centro cultural y de beneficencia donde se presenta la novela una tarde de abril. María Dueñas permanece arropada en todo momento por los hijos y nietos de los emigrantes españoles de hace casi un siglo que han sabido mantener la llama de la lengua y la cultura españolas.

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Varios capítulos de “Las hijas del capitán” transcurren en el interior de la Nacional. Hoy toca celebrar y evocar la herencia española en Nueva York. El encuentro se plantea como un homenaje a la colonia española a través de algunas voces representativas. Por ejemplo Max, vicepresidente de la Nacional: “Yo nací aquí en la Catorce. Mi padre llegó en 1937 y trabajaba en la tienda de ropa La Iberia. La calle era casi española. En la Nacional los hijos de españoles aprendíamos el castellano. La iglesia estaba al lado y también la funeraria. En unos pocos metros podías educarte, casarte, bautizar a tus hijos y morir”. Enriqueta recuerda: “Nací en Brooklyn en 1933. Mi tatarabuela tuvo 22 hijos. Dos o tres familias vivían juntas en un piso y se daban apoyo mutuo. Las mujeres trabajaban para sacar a la familia adelante. Nunca volvieron. Mandaban dinero y medicinas a España”. Andrea hace humedecer muchas miradas con su relato familiar: “Mis cuatro abuelos eran socios de la Nacional. Vinieron sin papeles. Sufrieron mucho pero también recibieron ayuda de mucha gente. Compartían los mismos valores. Amor a la familia, a la patria y compasión”.

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