Michelle Bolsonaro, la discreta primera dama comprometida con la causa social
De fuertes convicciones religiosas, está dispuesta a atender "el mayor número posible" de programas sociales del Gobierno
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Discreta y de fuertes convicciones religiosas, la primera dama de Brasil, Michelle Bolsonaro, se ha mantenido siempre en un segundo plano, pero está dispuesta a atender "el mayor número posible" de programas sociales del Gobierno que desde este martes comanda su marido, el presidente Jair Bolsonaro.
Con pocas apariciones públicas, incluso durante la campaña electoral, Michelle de Paula Firmo Reinaldo, de 38 años, se ha mantenido alejada de la línea de frente de la política y comparte su tiempo entre el cuidado de sus dos hijas y las labores sociales que realiza en la iglesia evangélica que frecuenta.
Los amigos cercanos de la familia Bolsonaro aseguran que la "humildad" y su "vocación" para "extender la mano al prójimo" siempre han formado parte del día a día de la tercera esposa del ahora jefe de Estado, quien comenzó como vendedora en un supermercado en la periferia de la capital federal Brasilia.
Fue en esa empobrecida ciudad donde Michelle escuchó su "llamado" para dedicarse a proyectos sociales y se convirtió en una asidua asistente a los cultos de una pequeña iglesia Adventista de la región.
Incentivada por su madrastra, la nueva primera dama aprendió el lengua de signos, al que dio gran visibilidad durante la campaña electoral, y se involucró en intensas labores para la visibilidad y la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad.
De cuna humilde, fue la primera de los tres hermanos en independizarse financieramente al conseguir trabajos como vendedora en un supermercado y pequeños servicios en una empresa de animación de fiestas infantiles.
Cuando tenía 27 años dio un paso adelante y logró un puesto en el Congreso como secretaria. Allí conoció en 2007 al diputado Jair Bolsonaro, 25 años mayor que ella, y quien se convertiría en su esposo.
Cautivado por su belleza y sencillez, el ultraderechista le ofreció un puesto en su gabinete personal y, pocos meses después, los dos contrajeron matrimonio. Del enlace, nació la pequeña Laura, de ocho años y la única niña entre los cinco hijos del excapitán.
Durante los 14 meses en los que actuó como funcionaria de la Cámara Baja, Michelle vio su sueldo triplicado, aunque, en 2008, fue exonerada de su cargo por tratarse de un caso de nepotismo en el funcionariado público.
Casada y fuera del mundo de la política, la primera dama dejó su humilde vivienda en las afueras de Brasilia para mudarse a la residencia de su marido en un barrio noble de Río de Janeiro, donde intensificó sus trabajos voluntarios en la iglesia y con personas con discapacidad.
Todos los domingos, actúa como traductora de los cultos evangélicos de la Iglesia Batista Atitude, en la zona oeste de la capital fluminense, para fieles sordomudos.
El pastor evangélico Silas Malafaia, quien celebró la unión de la pareja, definió la primera dama como una esposa "simple, recatada" y a quien le gusta "trabajar entre bastidores",
Sin embargo, tanto Malafaia como el círculo íntimo de la familia Bolsonaro garantiza que Michelle es una mujer "fuerte", "sensible", con "grandes virtudes" y de "pulso firme" cuando se trata de la educación de la pequeña Laura y de Leticia, su primera hija, de 16 años y fruto de una relación anterior.
Michelle señaló que se mantendrá a la sombra de su marido, pero buscará participar en el "mayor número posible de programas sociales", como ya hicieron algunas de sus antecesoras como Ruth Cardoso, mujer de Fernando Henrique Cardoso; o Sarah Kubitschek, esposa de Juscelino Kubitschek, responsable del traslado de la capital federal del país de Río de Janeiro a Brasilia.
Allí, a pocos kilómetros de su antigua y humilde ciudad, Michelle Bolsonaro comienza desde hoy un nuevo capítulo en su vida como primera dama de Brasil.