Barbarie en Indonesia contra los cristianos

En los últimos años, y como consecuencia del auge del Estado Islámico, Indonesia ha vivido un importante resurgimiento del terrorismo islamista, con la aparición de grupos insurgente locales vinculados al ISIS. Este domingo, el terror ha vuelto a hacer acto de presencia y al menos una docena de personas han muerto y otras 40 han resultado heridas de diversa gravedad en tres atentados con explosivos perpetrados en iglesias cristianas. Los ataques han tenido lugar en Surabaya, la segunda mayor ciudad del país, en el noroeste de la isla de Java, y se han producido de forma sucesiva, durante la misa del domingo, en una iglesia protestante, otra pentecostal y otra católica. Indonesia es un país donde cerca del 90% de la población es musulmana, pero donde viven también importantes comunidades de hindúes, budistas y cristianas. La persecución de la minoría cristiana, tampoco en Indonesia es nueva.

Estamos, en esta ocasión, ante el ataque de mayor gravedad desde el año 2000, cuando un ataque similar, en varias ciudades, le costó la vida el día de nochebuena a 18 personas y dejó malheridas a un centenar. Como han subrayado, tanto el presidente indonesio como el secretario general de la Asociación de Iglesia de Indonesia, la violencia nunca puede justificarse en nombre de Dios. También el Papa Francisco se ha mostrado muy afectado este domingo, ha condenado los atentados, y ha pedido que invoquemos juntos al Dios de la paz, para que haga cesar esta barbarie y en el corazón de todos encuentren espacio la reconciliación y la fraternidad, en lugar del odio y de la violencia. El llamado Estado Islámico, en muy diverso grado y formas de presencia, sigue vivo. Vemos cómo, aunque se ha replegado en Siria e Irak, la amenaza sigue presente en diversas partes del mundo, incluida Europa, donde ayer mismo en París tuvimos el último acto fanático de un terrorista que quiso causar una masacre. Por eso es tan importante seguir denunciándolo y haciendo pedagogía activa para acompañar, por una parte, a las minorías que sufren persecución y violencia, y, por otra, concienciar a las nuevas generaciones, especialmente a las de tradición musulmana, de la locura que supone la oferta de la yihad.