Madrid - Publicado el - Actualizado
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El Papa Francisco ya está en Colombia, una nación de atribulados contrastes, ansiosa de escuchar las palabras del peregrino de la fe, de la esperanza y la reconciliación. Un viaje, el número veinte en este pontificado, que trae una especial carga simbólica para ese país, lacerado por cincuenta años de violencia, y para todo el continente latinoamericano. El mensaje de esperanza que lleva Francisco no nace de la estrategia de un agente político sino de la fecunda presencia del Evangelio y de su potencial de proponer unidad, paz y reconciliación a una sociedad polarizada. Es un mensaje centrado en la armonía del hombre con Dios, con los hermanos y con la creación entera, como cimiento de auténtica justicia social.
Utilizar claves de naturaleza política para explicar este viaje implica reducir brutalmente su significado y su potencial de ayuda para construir el futuro. La arquitectura de la paz a través de la justicia y del perdón será alentada por el testimonio de la experiencia del Resucitado que ofrece hoy el Sucesor del apóstol Pedro. Su reclamo alentará también una nueva estación misionera para la Iglesia en Colombia, alejada de conformismos e inercias del pasado, en esta nueva etapa de la historia de la nación.