Madrid - Publicado el - Actualizado
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Al tiempo que el gobierno de Irak anunciaba el sábado la “definitiva” victoria sobre el “Estado Islámico”, se reunía en El Cairo la Liga Árabe para responder al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte del presidente Trump. Resulta llamativo que la derrota de los yihadistas se haya debido, en buena parte, a los bombardeos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, ahora denostado en todo el mundo árabe. Es una más de las contradicciones que acompañan todos los conflictos del Cercano Oriente en las últimas décadas. La Liga Árabe ha procurado no echar más leña al fuego con alguna resolución condenatoria de Estados Unidos que, a fin de cuentas, es el principal aliado de la mayoría de los países que la componen. Solo se ha limitado a declarar “nula” la decisión de Donald Trump y a pedirle que rectifique, cosa que, obviamente, no va a ocurrir.
Muy al contrario, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, presiona a los países de la Unión Europea para que sigan el ejemplo de Trump, como pidió al presidente francés, Emmanuel Macron, en su visita a París. La respuesta que está teniendo Netanyahu es que debe tomar la iniciativa con gestos valientes para reanudar las negociaciones con la Autoridad Palestina y aceptar la realidad de los dos Estados, que reclama la Comunidad internacional. No parece, sin embargo, que nada vaya a cambiar. Israel considera Jerusalén su capital eterna y lo mismo claman los palestinos… Hoy por hoy, la paz parece más lejos que nunca de Oriente Medio, justo cuando el terrorismo yihadista ha recibido su peor golpe en Irak.