Convulsión en Arabia Saudita

La detención en Arabia Saudita de once príncipes, decenas de ministros y disidentes religiosos, acusados todos ellos de corrupción, ha conmocionado a este rico país, bien conocido por sus reservas de petróleo, su alianza con Estados Unidos y, sobre todo, por su integrismo religioso. La oleada de detenciones fue decidida este sábado, pocos meses después de la designación como heredero del trono del reformista y joven príncipe Mohamed Ben Salman, de 32 años de edad, hijo del actual rey. El objetivo aparente de esta auténtica purga, sin precedentes en el seno de las familias más influyentes del país, ha sido confiscar una fortuna superior a los 200.000 millones de dólares e impedir una fuga de capitales, en el marco de una doble operación de transparencia económica y, sobre todo, de liquidación de posibles rivales del heredero del trono.

Parece obvio que el príncipe tiene una meta mucho más ambiciosa, como evitar una oposición a sus planes de reforma de la economía, en un momento de recesión debida al descenso de los ingresos en petrodólares, así como a los cambios ya iniciados de las costumbres sociales ligadas al integrismo religioso. Igualmente, hay que tener en cuenta la creciente ambición saudita de consolidar su hegemonía regional frente a Irán. Todavía es pronto para valorar las consecuencias de estos acontecimientos que han sorprendido tanto al mundo árabe como a la comunidad internacional, más atenta que nunca a cuanto ocurre en el convulso Oriente Medio.