LA DANA nos sigue interrogando

La comparecencia del presidente de la Generalidad, Carlos Mazón, en las Cortes Valencianas, ha vuelto a avivar la polémica sobre la responsabilidad política ante el desastre de la DANA. Una polémica que no acalla las muchas preguntas que la tragedia ha suscitado sobre el sentido de la vida. Preguntas que deberían estar presentes de forma cotidiana. En cualquier momento podemos ser víctimas de un acontecimiento parecido al de la DANA. La falta de conciencia de que la vida es un regalo nos puede llevar a la desesperación cuando llega la tragedia. A menudo esas preguntas solo salen a flote ante los golpes duros. Desgraciadamente, a lo largo de nuestra existencia, a menudo no maduramos lo suficiente como para afrontar una circunstancia así. Para estar preparado para algo como lo que nos ha sorprendido a todos, paradójicamente, hay que haber disfrutado intensa y conscientemente del regalo que supone la vida. Eso es lo que permite que la esperanza no sea una quimera.

Hubo un tiempo en que teníamos herramientas, convicciones y certezas, para hacer frente a estas situaciones. Pero en amplios sectores esas convicciones se han desmoronado y parece que la existencia está condenada a acabar en la nada. Las instancias que generaban sentido han dejado de ser dignas de crédito para muchos. En este momento vuelve a tener especial actualidad uno de los libros de nuestra tradición, el libro de Job. Su personaje principal sufre todo tipo de desgracias. El solo hecho de que Job se queje ante Dios es útil. Si las víctimas no tienen ante quien quejarse esas quejas no tienen interlocutor y se construyen falsos consuelos que no sanan la herida. Es necesario un interlocutor a la altura del desafío.