J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Una página oscura y a la vez luminosa de nuestra historia

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha presidido este fin de semana en Madrid la beatificación de sesenta mártires de la familia vicenciana, que dieron su vida por Cristo, en diferentes lugares de España, durante la persecución religiosa de los años treinta del pasado siglo XX. La familia vicenciana tenía entonces una presencia digna de elogio en España; una presencia que, a día de hoy, mantienen los hijos e hijas de san Vicente de Paúl, dedicados, desde su carisma particular en la Iglesia, entre otras importantes tareas, a la educación y a la atención de los más pobres. Aquella, como nos ha recordado el Cardenal Amato, fue una página oscura contra personas indefensas e inocentes, que no debe olvidarse para que no se repita una ola similar de odio fratricida. Sesenta personas, entre las que había sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, encontraron el martirio por el hecho de ser católicos, en medio de una macabra exaltación del mal y del odio, que desembocó en la destrucción de lugares de culto, conventos y escuelas, y en el encarcelamiento y asesinato de miles de personas. Esa página oscura de nuestra historia tuvo, sin embargo, un reverso luminoso. Y conviene recordarlo porque los mártires respondieron a la persecución ciega e inhumana poniendo amor donde había odio, y perdonando, hasta el último momento, a sus verdugos. Ese el testimonio que edifica, el que, sin ansia de revanchismo, devuelve bien por mal y el que permite poner las bases para construir una sociedad futura reconciliada, verdaderamente más justa y fraterna.

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