Línea Editorial COPE: Esperpento olímpico
La representación grotesca de una Última Cena, con drag queens, fue solo la guinda a un pastel agrio que perdió una oportunidad de oro
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Alejada del verdadero espíritu olímpico, la ceremonia inaugural de París 2024 ha sido una lamentable mezcla de cultura woke, feísmo, satanismo y calculadas ofensas al catolicismo, como si eso fuera una muestra artística contracultural y valiente en pleno siglo XXI.
La representación grotesca de una Última Cena, con drag queens, fue solo la guinda a un pastel agrio que perdió una oportunidad de oro, con una puesta en escena preocupada por colar morcillas ideológicas de supuesta pluralidad, inclusividad, libertad, igualdad y fraternidad, mientras se hacía apología del aborto o se ridiculizaba a los católicos. Una muestra elocuente de decadencia que retrata a los que la idearon y la permitieron; una desgracia que, como ha subrayado el obispo Robert Barron, duele ver en la Francia que en otros tiempos solía llamarse la hija mayor de la Iglesia, y en el París que nos dio el pensamiento de Tomás de Aquino, Vicente de Paúl, el rey Luis IX y tantos misioneros franceses que llevaron y siguen llevando el Evangelio a todos los rincones del mundo.
El esperpento vivido hace buenas aquellas certeras palabras de Tolkien cuando afirmaba que el mal no puede crear nada nuevo, sino que se limita a corromper o arruinar lo que las fuerzas del bien han inventado o construido. Esa certeza que constatamos con dolor en el diagnóstico de lo que le está sucediendo a Occidente, es al mismo tiempo todo un desafío para alzar la voz, con mansedumbre pero con firmeza, y para seguir proponiendo una fe que se hace cultura, y se refleja diáfana en tantos ejemplos de bien, de verdad y de belleza.