Línea editorial COPE: Recambio a la desesperada

Más que un primer ministro, lo que realmente parece haber elegido Emmanuel Macron es un sucesor. Gabriel Attal llega a la cima del gobierno tras una carrera fulgurante con dos claros méritos en su haber: el primero, ser un macronista de pura cepa. El segundo, su popularidad y carisma, atributos de los que anda muy necesitado un proyecto político con evidentes signos de agotamiento. La alternativa, la derecha populista refundada por Marine Le Pen, está más fuerte que nunca. Macron necesitaba un giro tras el desgaste sufrido por la veterana Élisabeth Borne, que deja paso a un Gabriel Attal al que casi dobla en edad. Attal es de algún modo también la versión macronista del popular número dos de Le Pen, Jordan Bardella, que ni siquiera ha cumplido la treintena, y proyecta una imagen moderna y tolerante, siempre que se excluya a las personas migrantes.

El error de Macron ha sido entrar a ese juego, hasta culminar en una reforma migratoria del agrado de Le Pen que, en última instancia, solo ha servido para fortalecerla y para generar una profunda fractura en la coalición gubernamental, de la que está por ver que llegue a recuperarse. El proyecto de modernización de la economía y la Administración con el que Macron llegó al Elíseo parece reducido a una estrategia de marketing frente a una rival que, todo lo cuestionable que se quiera, exhibe un proyecto claro de país, que ya no asusta como antes. La elección de Attal difícilmente invertirá la tendencia. La pregunta es si más allá del macronismo hay esperanzas de que revivan la derecha y el centroizquierda tradicional antes de las presidenciales de 2027.