El reto del 9 de mayo

Los nazis firmaron su capitulación el 7 de mayo de 1945. Stalin exigió que se firmara de nuevo, dos días después, para que en el acto hubiera representantes soviéticos. El máximo líder de la URSS conmemoró todos los años ese acontecimiento con el desfile del Día de la Victoria, para mostrar la potencia de Moscú. La URSS fue decisiva para poner freno a los planes Hitler, pero la borrachera ideológica de Stalin provocó entre 13 y 15 millones de muertos. Un totalitarismo se parece a otro como dos gotas de agua. Este año Putin quería celebrar el 9 de mayo la supuesta “desnazificación” de Ucrania, revindicando, una vez más, la memoria de la URSS. Pero no tiene motivos para celebrar gran cosa.

Los rusos que aman la libertad tienen la impresión de haber vuelto a los tiempos de Stalin. Desde finales de febrero el país está sometido a una gran represión. Están prohibidas las manifestaciones e incluso mencionar la palabra “guerra”. Los arrestos, incluso de madres con hijos pequeños, se han sucedido en las últimas semanas. Es frecuente el maltrato cuando no la tortura.

Por eso es importante la derrota de Putin, pero no será fácil. De momento, la guerra relámpago que el Kremlin imaginó se ha trocado en un lodazal de horrores, como el bombardeo ruso de una escuela en Lugansk. La esperanza radica en que algunos sectores del poder ruso entiendan que esta locura no tiene salida. Y en que fermente esa sociedad civil que está diciendo “no” al nuevo totalitarismo de Putin.