Madrid - Publicado el - Actualizado
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En su despedida como ministro de Sanidad, Salvador Illa pronunció una frase que retrata mejor que cualquier análisis la frivolidad en que suele incurrir el estilo del Gobierno de Sánchez. Illa auguró a su sucesora, Carolina Darias, que disfrutaría en el desempeño de su cargo. Pero este buen deseo no vino acompañado del reconocimiento de la dramática situación de la pandemia, en un día en que se batían récords de contagios y el saldo de fallecidos producía escalofríos; tampoco señaló las dificultades de gestión de las vacunas, la discordancia con las Comunidades Autónomas a la hora de combatir la pandemia, ni por supuesto reconoció sus numerosos errores de gestión. De hecho, previamente había manifestado que no se arrepentía de nada.
No hay nada malo en disfrutar del propio trabajo, pero no se pueden disfrazar con el disfrute las irresponsabilidades y los errores, ni tampoco eludir la dureza de un panorama que provoca sufrimiento y cansancio. La ciudadanía necesita líderes animosos, pero también responsables, que no traten de engañarla y que estén dispuestos a rendir cuentas, algo que no ha hecho Illa, y que tampoco hace Sánchez.
La frivolidad de Illa en su despedida refleja el modo en que este gobierno afronta cuestiones como los pactos con Bildu, el proyecto de indultar a los condenados por sedición o el intento de controlar al Poder Judicial, como si no estuvieran en juego aspectos esenciales de la convivencia y del sistema constitucional.