Romasanta: el hombre lobo gallego al que indultó la Reina y que guardaba un secreto inconfesable
Manuel Blanco Romasanta, el primer 'sacamantecas', guardaba un secreto detrás del asesinato de trece personas, a las que mató tras convertirse en lobo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Era un rumor entre los habitantes. Corría 1845 y el siglo XIX todavía no había llegado a su ecuador. En los años posteriores a la Primera Revolución Industrial y apenas antes del boom del ferrocarril la gente todavía comercializaba con uno de los mayores bienes de intercambio de la época: las grasas y los ungüentos. Y, entre los bosques gallegos de Redondela corría la historia de un asesino en las sombras. Alguien que ayudaba a las mujeres a cruzar a través de las zonas boscosas antes de secuestrarlas. En unos años en los que en España no se conocían a grandes mentes del crimen. Antes de los asesinos en serie.
Algunas mujeres y niños comenzaron a desaparecer de los pueblos de la zona. Los vecinos encontraban retales y trozos de ropa cerca de los lugares donde se les había visto por última vez con vida. Al poco tiempo, una carta llegaba hasta los familiares firmada por los desaparecidos en la que les notificaba que estaba bien, que sencillamente habían cambiado de domicilio. Algunos habitantes señalaron a un hombre en concreto como posible culpable de las desapariciones: un hombre de Rebordechao llamado Antonio Gómez, tejedor de profesión y que ejercía al mismo tiempo como comerciante de ungüentos y grasas a lo largo de la zona. Así, la creencia de que Galicia contaba con un 'Sacamantecas' que asesinaba a mujeres y niños para vender sus grasas humanas como animales era casi una certeza entre los vecinos de la zona.
No obstante, y a pesar de contar con un sospechoso señalado por los ciudadanos, los agentes de policía no conseguían dar con Gómez, hasta que recibieron una llamada desde la comisaría de la ciudad de Escalona, en Toledo. Allí, otro vecino había denunciado que estaban desapareciendo mujeres y niños a manos de un sospechoso que los atraía hasta zonas apartadas. Finalmente, Gómez fue detenido en la ciudad toledana de Nombela y llevado hasta Allariz, de vuelta a Galicia. Solo que Gómez se llamaba en realidad Manuel Blanco Romasanta, y ya había sido recibido una sentencia de 10 años por matar a otro hombre diez años antes.
Romasanta estaba a punto de confesar hasta que dijo algo que nadie de los presentes esperaba: mataba a sus víctimas tras convertirse en un hombre lobo.
La confesión
Manuel Rúa Figueroa fue el abogado encargado de defender a Romasanta durante todo el proceso judicial que duró casi un año completo en 1953. Seis años después el letrado presentá un sumario de la causa que recientemente fue recogido en un libro, presentado por el Archivo del Reino de Galicia. En él, se incluye la explicación de Romasanta: “La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo”.
En ese momento el sospechoso introduce la posibilidad de haber actuado con dos compinches durante los crímenes: “Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía”.
Por tanto, Romasanta llegó a confesar hasta los asesinatos de 9 personas junto a Genaro y Antonio. “Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre”. Según recogerían posteriormente los investigadores del caso, la confesión del supuesto licántropo fue el único argumento que esgrimió la fiscalía en la causa contra el asesino gallego.
El perdón de la Reina
El caso cobró relevancia internacional. Medios de toda Europa se hicieron eco de las circunstancias del juicio y Romasanta pasó a llamarse “El Hombre Lobo de Allariz”. La sentencia del jurado popular se valió solo de la confesión del sospecho y, el 6 de abril de 1853, cayó sobre el licántropo una condena a muerte por garrote vil. Su abogado había intentado por todos los medios que su cliente fuera declarado demente y, por lo tanto, no apto para afrontar un proceso judicial, pero sus intentos llegaron a convencer a quien él no esperaría: un francés especializado en hipnosis.
Ansioso por publicidad internacional, el doctor Philips declaró su interés por 'curar' a Romasanta por medio de un proceso de hipnosis. Pero, para ello, le necesitaba con vida. Así, y utilizando sus contactos, solicitó al Ministerio de Gracia y Justicia el indulto para el condenado, a la vez que contactó con la Reina Isabel II. La monarca llevó el caso hasta el Tribunal Supremo, que dio potestad a la soberana para liberarle de la condena a muerte a cambio de una cadena perpetua bajo el pretexto de que se trataba de un licántropo.
Aunque se podría decir que la fortuna se puso del lado del hombre lobo, pasados unos años el asesino falleció en prisión. La versión oficial en los 150 años posteriores mantenía que lo hizo inmediatamente de recibir el indulto y en la cárcel de Allariz donde permaneció durante la mayoría del proceso judicial. No obstante, a partir de 2009 se empezó a especular con la posibilidad de que, en realidad, lo hiciera en la cárcel del castillo de San Antón en A Coruña. Finalmente, y a través del trabajo del investigador Félix Castro Vicente, se descubrió que Romasanta murió en 1863 de un cáncer de estómago en una cárcel de Ceuta.
Un niño inusual y afeminado
Romasanta se alejaba mucho del estereotipo del licántropo del cine. Lejos de dar la imagen de un monstruo gigante y peludo y con un atractivo especial para las mujeres, los estudios demuestras que no medía mas de 1,40 metros. Los retratos que aún sobreviven al paso del tiempo demuestran a un individuo con pronunciada alopecia y, según los relatos de los investigadores, ya contaba con aficiones singulares para un hombre de mediados del siglo XIX.
El caso de Manuel era el de un niño culto, educado, que sabía leer y escribir, algo atípico en las zonas rurales gallegas. Comenzó a aprender a tejer desde pequeño, algo que le valió en su mayoría de edad para dedicarse a trabajos relacionados con el textil. A pesar de que una afición así podría considerarse en el siglo XIX como “afeminado”, Romasanta contrajo matrimonio antes de enviudar solo un año después. También se le relacionó con el asesinato de un hombre en 1844, por lo que fue condenado a diez años de cárcel, pero que no llegó a cumplir tras fugarse de prisión y cambiarse de nombre.
En cualquier caso, los estudios antropológicos de los últimos diez años arrojan un dato curioso: se trataba de un hombre de facciones “suaves”.
Un secreto inconfesable
Precisamente este detalle puso en alerta a la gran mayoría de estudiosos de la figura de Romasanta que encontraron un detalle más que les llamaba poderosamente la atención: Manuel había sido inscrito en el registra tras su nacimiento como Manuela. Solo después de un pequeño período de tiempo se había corregido el error y volvió a considerársele varón. Las investigaciones antropológicas avanzaron y el que puede que sea el mayor secreto del icónico asesino podría haber visto la luz: era hermafrodita.
Seguimos hablando de 1850, un tiempo en el que apenas se tenía conocimiento médico sobre condiciones médicas tan excepcionales como el hermafroditismo. En cualquier caso, el reconocido fiscal Antonio Roma, descendiente directo de uno de los miembros del tribunal que juzgó al lobo de Allariz, descarta esta hipótesis en COPE: “Se trata de alguien que llevó a los agentes al bosque durante días para buscar los cuerpos. En algún momento debió pararse a orinar, alguien se debería haber dado cuenta”, comentaba.
Bien es cierto que esta teoría, descubierta hace poco menos de 10 años, tiene cada vez más calado entre las charlas y las exposiciones temáticas. Laia Abril, fotógrafa profesional, presentó el pasado año una exposición dedicada exclusivamente a Romasanta, y comentaba durante las entrevistas que eso era lo que le había llamado la atención sobre el personaje.
“ El hecho de que alguien, por primera vez, se atreva a poner encima de la mesa el tema del hermafroditismo me pareció muy estimulante. Toda la historia, en realidad, lo es. Sólo hay que pensar en el contexto: Galicia, una aldea aislada, el año 1830... si ya es complicado entender los casos de hermafrodistismo o intersexualidad hoy en día, no quiero ni imaginarme lo que debía suponer encontrarse con algo así en la Galicia rural del siglo XIX”, comentaba en una entrevista para El Mundo.
En cualquier caso, la figura de Romasanta es todo un enigma 150 años después, con análisis todavía recientes sobre su físico, un proceso judicial que todavía es ejemplo de ejercicio profesional, y un aura misteriosa que lo convierte, por mérito propio, en un mito en sí mismo: el del hombre lobo de Allariz.