El Chernóbil español: el plan real de Franco para ocultarlo y la ubicación actual de las bombas de Palomares

Dos de las bombas explotaron pero no llegaron a comprimir la parte nuclear. De haberlo hecho, el accidente podría haber sido incluso peor que el desastre de Nagasaki e Iroshima

El Chernóbil español: el plan real de Franco para ocultarlo y la ubicación actual de las bombas de Palomares

Patricia Blázquez Serna

Publicado el - Actualizado

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Los trágicos hechos tuvieron lugar el 17 de enero de 1966. Soldados estadounidenses, periodistas de todas partes del mundo, autoridades e incluso vecinos de la pequeña localidad almeriense fueron testigos del que podría haber convertido en el mayor accidente atómico desde el desastre de Hiroshima y Nagasaki.

Destaca la forma en la que el dictador, Francisco Franco, trató de darle un lavado de cara a este terrible episodio. Le restó importancia, aún sabiendo que si hubiera explotado todo el material radiactivo se habría convertido en todo un desastre nuclear, probablemente incluso peor que el de Hiroshima, ya que cargaba con más de 1,5 millones de toneladas de TNT, 70 veces más que el de la ciudad japonesa, y se hubiera llevado consigo gran parte del sureste del país.

El desastre de Palomares: cuatro bombas nucleares

En el contexto de la Guerra Fría, dos cazas estadounidenses chocaron en pleno vuelo, a más de diez mil metros de altura. Una era un bombardero estratégico B-52, el otro un avión nodriza KC-135 que cargaba 110.000 litros de combustible. ¿El error? Un fallo en la maniobra de acoplamiento. en otras palabras, debían repostar en pleno vuelo. El fallo, hizo que ambas naves colisionaran y cayeran. Los cuatro tripulantes del KC-135 fallecieron. De los siete del B-52, tan solo sobrevivieron tres.

Podría haberse quedado en una tragedia aérea. El problema radicó en que el bombardero cargaba con cuatro bombas termonucleares de 1,5 megatones cada una, de más de 800 kilos de peso. “Broken Arrow” era el código que se utilizaba para informar de cualquier tipo de accidente relacionado con las bombas nucleares. Inmediatamente después de la explosión, las bases estadounidenses en Torrejón, Morón, Zaragoza y Rota recibieron de forma reiterada estas dos palabras.

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De las cuatro bombas, dos no explotaron y permanecieron intactas: una cayó en tierra, cerca de la desembocadura del río Almanzora, y la otra en el mar Mediterráneo. No obstante, las protecciones a modo de paracaídas que llevaban, no se abrió en las otras dos, que cayeron sobre una pedanía y una montaña cercana a la localidad almeriense. El choque violento contra la superficie hizo que el material explosivo convencional estallara y se rompieran, pero sin llegar a comprimir la parte nuclear del artefacto. La explosión causó una nube de partículas de elementos radiactivos que se extendió hasta 226 hectáreas.

El silencio de las autoridades

El accidente no tuvo apenas repercusión mediática en su momento. No por su relevancia, sino por los esfuerzos de las autoridades por restarle importancia. En cuestión de horas se recogieron tres. La que se perdió en el Mediterráneo se recuperó casi tres meses después. Estados Unidos desplegó hasta 1.600 soldados para deshacerse de todo el material radiactivo. En cualquier caso, se creó casi un perfecto hermetismo en torno a lo sucedido. No obstante, sus esfuerzos fueron en vano.

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Cuando la población empezó a descubrir lo que había pasado, tanto los estadounidenses como las autoridades españolas se esforzaron sobremanera por minimizar la importancia del asunto. Su único objetivo era ahorrarse las indemnizaciones y evitar que cundiera el pánico. No obstante, no pudieron evitar que la notica se extendiera y la población vivió con miedo a esa radiactividad. Tanto fue así, que incluso el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, quiso rebajar la importancia que habían tenido las bombas y protagonizó un momento que pasaría a la historia: Fraga se bañó en la playa, junto al embajador de Estados Unidos y el jefe de la Región Aérea del Estrecho para desmentir las informaciones que había sobre que el agua podía ser radiactiva.

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¿Dónde están las bombas de Palomares?

Como ya hemos contado, tres de las bombas se pudieron recuperar a las pocas horas de la explosión. La última, en el mar Mediterráneo, no fue recuperada hasta pasados ochenta días. No obstante, Estados Unidos no estaba dispuesto a que su arsenal de armas pudiera llegar a estar desperdigado por diversos puntos del mundo y quería evitar que Rusia descubriera su armamento.

Por ello, dos de las bombas fueron enviadas al Museo Nacional de Ciencia e Historia Nuclear de Alburquerque, en Nuevo México. Allí están expuestos los casquillos de las que no llegaron a explotar: la que cayó al Mediterráneo y la otra que se salvó gracias al paracaídas.

Se trata de un episodio en la historia de España, que a pesar de los incesantes esfuerzos de Estados Unidos y Franco, no se pudo censurar por completo. Tanto es así, que Movistar+ acaba de estrenar una serie documental, ‘Palomares. Días de playa y plutonio’, que ha recuperado imágenes inéditas y habla con quienes pudieron presenciar el accidente.

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