Envío de cartas por cohete: así fueron los ensayos de la extravagante idea que nunca llegó a despegar
Durante años, muchos grupos de científicos y organizaciones trataron de desarrollar el proyecto, pero los resultados no fueron todo lo exitosos que esperaban
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Ha habido grandes inventos a lo largo de toda la historia. Algunos han cambiado la forma en la que desarrollamos nuestro día a día y que incluso han mejorado nuestro estilo de vida. Otros, sin embargo, saltaron a la palestra con altas expectativas y terminaron estrellados.
Eso es lo que podría decirse del correo por cohete o rocket mail, que consistía en el envío de correo a través de este tipo de artefactos. Básicamente, la correspondencia se entregaba cuando llegado al punto de destino, el cohete desplegaba un paracaídas interno y lo permitía dejar el correo en el punto concreto donde iba dirigido. Los expertos pensaron que podría ser una magnífica idea para ahorrar tiempo y permitir a los ciudadanos recibir su correspondencia más rápido que por la vía habitual. No obstante, la posibilidad de enviar correo a través de morteros y cohetes terminó cayendo por su propio peso, en el sentido literal.
Durante años, fueron muchos grupos de científicos y organizaciones que trataron de desarrollar el proyecto, pero los resultados no fueron todo lo exitosos que ellos mismos esperaban. Se terminó descartando como alternativa al correo convencional debido a los fracasos durante las pruebas y su alto coste económico.
La historia del correo por cohete
Los primeros retoños de esta extravagante idea tuvieron lugar en Alemania, cuando un autor alemán Heinrich von Kleist escribió en el periódico Berliner Abendblätter su descontento con el telégrafo, ya que no permitía escribir textos largos. Fue así como surgió la idea de lanzar cohetes cargados de correo, para agilizar la entrega de la correspondencia. ¿Cómo? Propuso el lanzamiento de baterías de artillería para disparar proyectiles con la correspondencia en su interior.
La idea, que despertó la curiosidad de muchas personas, no terminó de despegar. No fue hasta finales del siglo XIX en Samoa, cuando intentaron enviar cartas a través de las diferentes islas del archipiélago para ahorrar tiempo. ¿Cómo lo hicieron? Las cartas iban incorporadas en unos recipientes dentro de un cohete que se propulsaba con pólvora. La idea, no obstante, no terminó de cuajar después de descubrir que gran parte de la correspondencia terminaba empapada o se perdía en el camino por llegar a su destino. Varios alemanes quisieron darle una oportunidad, pero lo cierto es que nunca consiguieron que la idea despegara.
Cinco intentos, cinco fracasos: las pruebas de Zucker
En la primera mitad del siglo XX, el alemán Gerhard Zucker había estado reflexionando sobre el concepto de correo por cohete y se puso manos a la obra, con el único objetivo de dar con un prototipo adecuado que pudiera dar alas a esta idea. Los resultados, sin embargo, no fueron los esperados.
Tras una prueba a pequeña escala con cierto éxito, tras cargar un segundo cohete con hasta 3.000 cartas, terminó cayendo 800 metros después de haber despegado y las cartas tuvieron que entregarse de forma convencional. El tercer y el cuarto intento tampoco se quedaron exentos y ambas ocasiones explotaron. Zuker no se dio por vencido y quiso darle una quinta oportunidad a aquella idea, que él consideraba que podía cambiar la forma en la que se enviaban las cartas.
Fue la última vez que lo intentó pero los resultados, como se había visto en las ocasiones anteriores, no fueron buenos. En esta ocasión no explotó, no se humedecieron las cartas ni tampoco se perdieron durante el camino (el cohete tan solo cargaba con sobres vacíos). Sin embargo, despegó en la dirección contraria y aterrizó más de dos kilómetros más allá de la zona de lanzamiento.
En los años siguientes, diversos expertos trataron de dar forma a la propuesta. De hecho, fueron muchos los que intentaron que el envío de correo por cohete pudiera implantar la entregar la correspondencia a nivel internacional. Una premisa que fue relativamente posible: los cohetes intercontinentales sí volaron sin incidencias pero nunca se llegaron a transportar cartas, sino más bien cargas explosivas. Con el desarrollo del campo de la aeronáutica, se demostró que los aviones eran más seguros y mejor forma de enviar correo para largas distancias. Desde luego no era tan rápido como el envío por misil, pero el único objetivo, el de entregar la correspondencia, podía cumplirse sin grandes problemas. El correo por cohete fue, por lo tanto, una idea con grandes expectativas que terminó más bien estrellada.