El perfil criminal de Ana Julia Quezada: la personalidad de la asesina confesa de Gabriel

Expertos en Criminología explican que la responsable de la muerte del niño no es una psicópata, sino que "actuó con maldad". Asimismo, cuestionan la posibilidad de que llegado el momento sea condenada a prisión permanente revisable

El perfil criminal de Ana Julia Quezada: la personalidad de la asesina confesa de Gabriel

Marcelino Abad

Publicado el - Actualizado

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El pequeño Gabriel Cruz murió estrangulado la tarde del miércoles 27 de febrero en la que desapareció. Ese mismo día su asesina confesa, Ana Julia Quezada, recorrió puerta a puerta la localidad almeriense de Níjar en busca de noticias sobre su paradero. Desde entonces y hasta su detención, el domingo 11 de marzo mientras desplazaba el cadáver del menor, no se separó de Ángel, el padre del niño y su pareja sentimental, ni del resto de familiares, con los que durante doce días participó en las actividades de búsqueda.

"Nos está comiendo la pena. No sabemos quién lo tiene, qué le estarán haciendo”, lamentó ante los micrófonos de Radio Galega el día que se encontró la camiseta del menor.

PERSONA FRÍA, MANIPULADORA Y CON FALTA DE EMPATÍA

“La colaboración en la búsqueda a sabiendas de lo que ha pasado es determinante de lo que se conoce como frialdad criminal, esto es, la capacidad de simular los sentimientos y las emociones en beneficio propio". En el caso de Ana Julia, “se manifiesta en un encanto superficial con el que pretende mantener una relación armoniosa con todos a fin de no levantar sospechas entre los investigadores”, explica el psicólogo criminalista Jorge Jiménez, director del máster en Criminal Profiling de Udima, que señala que los rasgos de la presunta asesina son los de “una persona fría, manipuladora y con falta de empatía. Para muestra, las movilizaciones a las que acudía con los padres de Gabriel, en las que estos pedían al captor la liberación del niño”.

No obstante, a priori Ana Julia no encaja dentro del perfil de psicópata, dice el experto. “Si bien el psicópata es una persona egocéntrica y con falta de empatía, es decir, que solo piensa en ella y que establece relaciones con los demás como medio para obtener algo a cambio, no actúa movido por sentimientos hacia nadie. En este caso parece que el móvil del asesinato fueron los celos hacia el niño motivados por su relación con el padre, lo que lleva a descartar esta posibilidad”, explica Jiménez.

“Si bien el psicópata es una persona egocéntrica y con falta de empatía, Ana Julia actuó movida por sentimientos"

EL MÓVIL DEL ASESINATO

Según fuentes de la investigación consultadas por Efe, una de las principales hipótesis que se barajan es que Gabriel constituía un obstáculo para Ana Julia, que le había propuesto a su padre instalarse en República Dominicana, de donde ella es oriunda, y que él declinó. “Aquí el menor representa un problema en su relación, de ahí que decida hacerlo desaparecer”, explica el psicólogo, que añade que en estos casos es muy habitual que los asesinos racionalicen los hechos. Tratan de darle una explicación para no presentarse como monstruos”, apunta.

Precisamente, Ana Julia este martes ha confesado que fue ella quien asesinó a Gabriel fruto de una discusión en la que el pequeño la habría agredido. “Actuó con evidente intención homicida”, asegura Jiménez, pues como ella ha declarado, le propinó un fuerte golpe con la parte roma de un hacha, procediendo después a asfixiarlo. “Durante un tiempo concreto fue consciente de que el niño se estaba ahogando. Tenía plenas sus facultades intelectivas y volitivas”, explica.

“Hay que ser conscientes de que la maldad existe. Cuando nos enfrentamos a estos casos a menudo tratamos de encajar la conducta del delincuente con una enfermedad, pero hay personas malas que se comportan con maldad al igual que hay personas más violentas que otras”, ejemplifica el psicólogo.

“Cuando nos enfrentamos a estos casos a menudo tratamos de encajar la conducta del delincuente con una enfermedad, pero hay personas malas que se comportan con maldad"

LA VANIDAD LA LLEVÓ A CREERSE SUPERIOR A LA UCO 

A su juicio, la presunta asesina de Gabriel pensó que no sería descubierta. “Es una persona vanidosa que se creyó por encima de las fuerzas de seguridad”. Si bien en un primer momento se apuntó a una posible motivación económica, fruto del anunció que ella mismo hizo de 10.000 euros a quienes aportasen pistas sobre el paradero del menor, “su intención fue la de sembrar la confusión con testimonios falsos”, dice el criminalista, especialmente cuando se descartó al acosador de Patricia, la madre de Gabriel, como presunto responsable de la desaparición.

Un hecho que la habría llevado a colocar la camiseta del niño en una zona ya investigada y en dirección contraria al lugar donde estaba el cadáver o a declarar la pérdida hasta en dos ocasiones de su teléfono móvil, cuyo servicio de localización permitiría determinar dónde se encontraba al tiempo de los hechos. “Eso la colocó en el centro de la investigación. La Guardia Civil empezó a desestabilizarla para que cometiera un error que los llevase al niño, y así sucedió”, dice Jiménez.

LA PRISIÓN PERMANENTE REVISABLE EN ENTREDICHO

Pese a que la investigación se encuentra en un estado muy incipiente, Santiago Brage, profesor de Derecho Penal en la Universidad de Santiago de Compostela y secretario del Instituto de Criminología del mismo centro, señala que no está claro que la pena que en su día se imponga a la asesina confesa de Gabriel sea la de prisión permanente revisable.

“Como no ha trascendido la literalidad del informe forense en el que se determina cómo se produjo el asesinato, hay que moverse entre tres posibilidades: primero, considerar que se trata de un homicidio agravado del artículo 138.2 del Código Penal por ser la víctima menor de 16 años, castigado con pena de prisión de 15 a 22 años y 6 meses; segunda, que se trate de un asesinato básico del artículo 139, por ser el medio empleado alevoso –tendente a asegurar la muerte, como el hacha-, en cuyo caso la pena oscila entre los 15 y los 25 años; y tercero, estar a la prisión permanente revisable del artículo 140, lo que exige que junto con la edad del menor -8 años- se considere que la forma en la que se produjo el asesinato fue alevosa”, explica el jurista.

Y es que, una cuestión debatida por la doctrina es que el hecho de que la víctima tenga menos de 16 años no es suficiente para aplicar la pena de prisión permanente revisable, sino que se exige la concurrencia de otras circunstancias como que el instrumento sea alevoso. “Un ejemplo son los padres de Asunta. A día de hoy cabría condenarlos a prisión permanente revisable porque la niña era menor de 16 y utilizaron orfidal para asesinarla. Las pastillas empleadas del modo en que lo hicieron determinan que actuaron con alevosía. En el caso de Gabriel hay que estar a cómo se produjo la asfixia”, explica Brage.

"Para aplicar la prisión permanente revisable no es suficiente que la víctima sea menor de 16 años sino que el instrumento sea alevoso"

Aunque actualmente la vigencia de la prisión permanente revisable la convierte en una de las posibles condenas, de derogarse no cabría acudir a ella ya que ante las reformas legales “siempre se aplica la ley más favorable al reo”, explica el jurista.

Lo que sí está claro es que una vez finalizada la instrucción y declarada la fase de juicio oral, del mismo conocerá el Tribunal del Jurado según dispone su ley rectora, lo que ya ocurrió, entre otros casos, con el de los niños de Córdoba, Ruth y José, o con el de la propia Asunta.

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