El religioso por el que Williams se llama Iñaki
En un lugar llamado Bilbao, unos religiosos recibían la noticia de que necesitaban su ayuda para hacerse cargo de una pareja que había entrado por Melilla
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Iñaki miraba a la pareja y al taxista con la lógica preocupación de quien no ha estado antes en una situación tan tensa. El hospital de Basurto estaba apenas a unos minutos de distancia, pero le parecieron eternos. Félix, el padre, parecía más nervioso que María, la madre, cuyo nombre antes de salir de África era Comfort. Al llegar les advirtieron de que había que esperar a que dilatara un poco más. Y los hombres se fueron a la cafetería a tomar un café.
Por fin llegó la hora. Era un niño. Iñaki se sorprendió de la cantidad de pelo que lucía el recién nacido y de lo abiertos que tenía los ojos. Era miércoles 15 de junio de 1994. Una fecha que aquellas tres personas nunca olvidarían. Ni nosotros tampoco. Acababa de venir al mundo, y en Bilbao, Iñaki Williams. El nueve del Athletic. La pantera de San Mamés.
Cada vez que este jugador deja caer un retal de su vida comprendemos que su figura trasciende al fútbol. Su último paso por el programa de Pablo Motos fue un grito contra la xenofobia y a la obligada reflexión que deberíamos hacer todos sobre inmigración y tolerancia. Mucha gente desconocía que sus padres son de Ghana, que habían atravesado el desierto en precarias condiciones y que acabaron en un campo de refugiados. Allí se enamoraron y María se empeñó en que su hijo naciera en esa tierra que se llama Europa y se apellida futuro. Para ello tuvieron que saltar la valla de Melilla.
La acogida de Cáritas
Nunca ha sido fácil. Y aún menos para una mujer embarazada de siete meses. Lo lograron. Pero eran dos extraños en un país que apenas se percataba de su existencia. Hasta que por fin tuvieron un golpe de suerte. Les acogieron en Cáritas Diocesana, con idea de distribuirlos por toda la península. A mil kilómetros de distancia, en un lugar llamado Bilbao, un grupo de religiosos recibían la noticia de que necesitaban su colaboración para hacerse cargo de una pareja. Prepararon la logística y pocos días después los Williams se apeaban en la Estación de Abando.
-Como sabía Inglés, formaba parte de ese grupo. Llegaron a finales de abril. Según el informe facilitado tenían un cinco en castellano. Les empecé a hablar y pusieron cara de susto. En cuánto me pasé al Inglés, sonrieron aliviados- rememora Mardones, con una alegría que entonces no era tan plena. Era consciente de que aquella pareja no lo iba a tener fácil. -Primero vivieron unos días en una pensión y posteriormente se pasaron a un piso que había preparado Cáritas- revela y añade detalles que conforman lo complicado de las gestiones.
-En teoría ellos venían con el aval del Gobierno, lo que suponía que les iban a facilitar las cosas, pero nada más lejos de la realidad. Por ejemplo, como no tenían tarjeta sanitaria, para hacer un seguimiento del embarazo de la madre hubo que echar mano de profesionales sanitarios sensibilizados con el tema-. Gente anónima que quizá no sepan hoy en día que aquella pareja africana a la que ayudaron en su momento eran los padres del delantero del Athletic Club. Pero María y Félix nunca lo olvidarán. Su agradecimiento hacia aquél religioso fue tal, que decidieron poner al niño su nombre. El de Iñaki Mardones, un athleticzale que nació hace 51 años en la plaza que hoy habita el hotel Indautxu.
Vivió en Deusto unos años, hasta que toda la familia se trasladó a María Díaz de Haro, camino de San Mamés. Como tantos niños Iñaki, su hermana Idoia y su hermano Txema llevaron y llevan nuestros colores por bandera. Los dos segundos continúan siendo socios. Iñaki sigue las andanzas del equipo desde la distancia, porque la vida le llevó por lejanos caminos. Pero siempre ha tenido presente al hijo de Félix y María. -Meses después de que naciera Iñaki, yo ya estaba ordenado de diácono y pude bautizarlo en la Parroquia del Corazón de María. Sus padrinos fueron Miguel Ángel y Amparo. Fue un día de gran alegría y felicidad para todos- evoca y nos muestra orgulloso las fotografías que recogen el momento. Irradian felicidad.
Un trabajo para sus padres
No siempre fue así, tal y como recuerda Mardones. -Al Gobierno se le ocurrió exigir un DNI para un crío de meses. No se me olvidará la cara del fotógrafo cuándo le pedí unas fotos de carnet. Posteriormente, y gracias a la intervención del abogado Galparsoro, de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado de Euskadi, se consiguió parar esta “curiosa” exigencia-. Solucionada la parte legal, quedaba la laboral. No es casualidad que los Williams acabaran en Navarra.
-Después de unos meses en Bilbao, se les consiguió un trabajo en una granja de cerdos de Sesma. Pasado un tiempo dejaron aquel trabajo y se dirigieron hacia Pamplona, dónde posteriormente nació Nicolás-. Iñaki crecía y ya no le cabía el desgastado uniforme del Athletic que su tocayo le había regalado cuando vivían en Bilbao, cerca de San Francisco. -Le llevé otro a Sesma y es con el que aparece en la foto de la cocina junto a su ama- proclama orgulloso y no podemos evitar imaginar a aquel niño negro que paseaba orgulloso los colores de nuestro club por tierras navarras. El que soñaba con unas botas nuevas mientras caminaba con unas viejas y rotas por el barro y bajo la lluvia en la Rochapea primero y en Ventachuri después. El que, lo ha contado él mismo, vivía instantes de angustia cuando la noche era más oscura porque les cortaban la luz.
Por eso quien es hoy el jugador de élite de moda en la Liga española y más allá, jamás olvida sus orígenes y los proclama en voz alta. Y también los recuerda su madre. -Me consta que María ayuda a los suyos en Ghana y el propio Iñaki, junto a su amigo De Marcos, tienen en mente viajar y ayudar a África- desvela el hombre que bautizó a Williams, hace un cuarto de siglo. Ha pasado el tiempo. Y los dos Iñaki siguieron rumbos diferentes. Uno acabó galopando por los campos de fútbol y el otro recorriendo los renglones torcidos de Dios. De hecho sigue ayudando a quienes lo necesitan.
Ahora como parte del servicio religioso de Valdecilla en Santander. De ahí que se vean poco. Pero cada vez que coinciden, desgranan juntos el ayer compartido. Como la tarde en que Mardones fue a verle a un partido de juveniles en Derio y le contó que ahora era seglar y que se había casado con una camerunesa de nombre Rolande Tiwessie. O el día en que le vio golear al Amorebieta con el Bilbao-Athletic. En cambio su debut con el primer equipo lo contempló desde la distancia. Reconoce que no podía imaginar algo así cuando era solo un niño, en aquellos años de gabarras y títulos de las que fue testigo. O cuando acudía los domingos a la Catedral con su amigo Jon Landa, que con el tiempo sería Director de Derechos Humanos del Gobierno Vasco.
Está claro que la vida, como el fútbol, es imprevisible. Y lo que sucede en el verde tiene mucho que ver con lo que pasa fuera. Más de lo que pensamos. Detrás de la pasión de cada niño hay una razón y un poso. En este caso llevan tres nombres. María, Félix e Iñaki. Dos africanos y un vasco a quienes el destino unió en su día. Por eso Iñaki Williams sabe que, por muy rápido que corra, jamás logrará hacer una carrera tan importante, dura y vital como la que hicieron su ama y su aita para llegar hasta Bilbao y al corazón de cierto club llamado Athletic.