Islandia gana desde el hotel la clasificación para la final de Eurovisión 2021
El suizo Gjon's Tears y la búlgara Victoria destacan en una semifinal convertida por momentos en una fiesta de los 80
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Hasta en las historias más tristes siempre hay un halo de esperanza. El cantante Daði Freyr mostró interés por la música desde muy pequeño. Cegado por la admiración hacia su padre, que era técnico de sonido, el islandés aprendió a tocar el piano, el bajo y la batería durante su adolescencia. Pronto, el festival de Eurovisión se cruzaría entre sus objetivos y en 2017 hizo su primera intentona para representar a su país en el festival que ven más de 175 millones de personas en todo el mundo cada año. En la preselección organizada aquel año quedó en segundo lugar. Tres años después, volvió a intentarlo con la canción "Think about things". El apoyo sorpresa de Russell Crowe y otras celebridades le auparon hacia la victoria en Islandia y el tema pronto se convirtió en un fenómeno viral. En las casas de apuestas, su candidatura se encaramaba a la primera posición y muchos veían muy cerca el primer triunfo de la isla en el certamen. La pandemia del coronavirus, sin embargo, obligó a cancelar el festival y los sueños de Daði Freyr y la banda que siempre le acompaña - Gagnamagnið - se hicieron añicos.
Un año después, la televisión islandesa confió de nuevo en ellos y Daði compuso "Ten years", una canción en homenaje a su esposa, con la que celebraba precisamente diez años de amor. La organización del festival permitió a Daði og Gagnamagnið y al resto de representantes viajar a Países Bajos para lograr el sueño de pleno de participar en Eurovisión. Islandia, de nuevo, se encontraba en el ramillete de favoritos para el triunfo. Pero un día antes de competir en la semifinal del concurso, el positivo de uno de sus integrantes volvía a privar a los islandeses del sueño eurovisivo. Jóhann, el contagiado, rompía a llorar en redes sociales lamentándose de su mala suerte. El resto de la banda rechazó la oportunidad de actuar sin él. Eran un equipo y el sueño era de todos o ninguno.
La normas de este año, precisamente implantadas de forma exclusiva por la amenaza de la pandemia, han hecho que la banda siguiera compitiendo con la emisión de uno de los ensayos. Y así ha sido cómo Daði Freyr y los suyos se han convertido este jueves en los primeros representantes de la historia de Eurovisión en pasar a la final desde sus habitaciones de hotel. La apuesta electrónica de su canción, una fusión retro y freak totalmente innovadora y brillante, ha llevado por un instante la alegría a la delegación islandesa en los momentos más complicados. Con una estética de videojuego ochentero y resultones avatares de astronautas, Daði og Gagnamagnið ha cautivado una edición necesitada de esa inyección de alegría y espontaneidad, algo que presumiblemente asegurará a Islandia un buen puesto en la final del sábado 22 de mayo. Y quién sabe si algo más...
La fórmula eurovisiva sigue resultado eficaz para muchas de las delegaciones participantes. San Marino ha logrado el tercer pase de su historia a la final con el derroche de "Adrenalina" protagonizado por la italiana Senhit y el famoso rapero Flo Rida. Como uno de los principales reclamos, el norteamericano corona una actuación excelsa de elementos pero efectiva, con el barroquismo propio de quien a golpe de talón intenta sorprender a la audiencia con un vestuario original, mucho color, pirotecnia y desenfreno. Sorprende que un país tan pequeño como San Marino se haya convertido en uno de los principales atractivos de esta edición. Mientras, las serbias Hurricane salvaron este año el honor balcánico - Croacia, Eslovenia y Macedonia cayeron en la primera semifinal - despertando el lado más festivo de la noche con su "Loco Loco" - y la moldava Natalia Gordienko se aprovechó de la 'factoría Kirkorov' para hacerse con una de las plazas de la final.
Otros favoritos como Suiza y Bulgaria no tuvieron problemas para pasar a la final. El suizo Gjon's Tears se mantiene como uno de los predilectos para el triunfo final con su hermosa "Tout l'universe", una sensible composición que permite al joven lucirse vocalmente a través de una actuación vanguardista y muy cuidada. Por su parte, la búlgara Victoria protagonizó el momento más lacrimógeno de la noche al recordar a su padre, enfermo de ELA. Junto a un retrato de ambos, la cantante pareció situarse al borde de un acantilado mientras una columna de arena caía constantemente como metáfora del paso del tiempo. En un ambiente melancólico y triste, Victoria supo deslumbrar con una voz sublime, delicada pero a la vez rotunda.
En la fiesta de los ochenta, a la que nos invitaron muchos de los países participantes en esta segunda semifinal, la suerte fue muy desigual. La griega Stefanía amarró el pase a la final con "Last Dance" pese a apostar por la puesta en escena más ambiciosa y fallida de la edición. Jugando con un enorme croma, los bailarines se muestran como hombres invisibles que danzan a su alrededor. Pese a ser un concepto muy original, el truco se intuía por todos los lados y la fuerza de la canción se diluyó con el disparate de la propuesta. El desfasado pop del polaco Rafal y la nostalgia ochentera de los daneses Fyr og Flamme, evocando el pop danés más añejo, tampoco funcionaron y la audiencia las dejó fuera de la final.
Fracaso de las baladas y los medios tiempos. El austriaco Vincent Bueno, el estonio Uku Suviste y el georgiano Tornike Kipiani no lograron cautivar al público pese a sus convincentes interpretaciones. Una prueba más de que en Eurovisión no basta sólo con un gran nivel vocal. Lo que sí prueba el festival de este año es su diversidad de géneros. Televoto y jurado dieron el pase para la final al heavy metal de los finlandeses Blind Channel, el jazz refinado de los portugueses The Black Mamba o la alternativa étnica de la albanesa Anxhela Peristeri.
El representante español, Blas Cantó, también tuvo un minuto para presentar su candidatura. "El sueño de acudir a Eurovisión se lo debo a mi abuela. Estos meses han sido los más duros de mi vida, pero este es mi momento", destaca. Una vez más, los sueños al servicio de un festival que sigue peleando por hacerse realidad en plena pandemia. El show debe continuar.