1ª SEMANA GRANDE
Aarón Palacio muestra en Bilbao sus armas de figura de los novilleros
El novillero aragonés corta una oreja tras cuajar una gran tarde. Jarocho, en otro tono, también paseó un apéndice.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El joven torero aragonés Aarón Palacio, pese a cortar una sola oreja, mostró hoy en la feria de Bilbao, con una rotunda actuación en todos los tercios ante su lote de José Cruz, las armas con las que puede instalarse próximamente en el puesto de máxima figura de los novilleros.
Esas importantes bazas del torero maño salieron hoy a la luz frente a los utreros del ganadero bilbaíno, con el mérito añadido, o tal vez por eso mismo, de que ninguno se lo puso fácil para lograr ofrecer esa sensación de torero de gran proyección, que fue la que mostró ya hace dos años cuando, durante una matinal, ganó el certamen de novilladas sin picadores organizado en esta misma plaza y feria.
Y eso que, para empezar, Palacio se llevó ya una fuerte voltereta del que abrió plaza, un sobrero que correspondió a Jarocho, y que le zarandeó aparatosamente al intentar un quite por chicuelinas, percance del que salió cojeando visiblemente aunque sin llegar a arredrarse en ningún momento.
Muy al contrario, el de Zaragoza echó las dos rodillas en tierra para recibir con una larga cambiada al primero de su lote, para de inmediato cuajarle un apretado manojo de verónicas enfibradas y un airoso galleo por chicuelinas al llevarle al caballo, del que el utrero salió reservándose con brusquedad.
Claro que esos defectos se fueron reduciendo a medida que Palacio se le impuso con una sólida decisión, si irse nunca de la cara ni renunciar a sacar del animal el necesario lucimiento, lo que logró con un sordo valor para tirar a pulso de esas reacias embestidas, hasta sacar como premio dos soberbias tandas de naturales al final de una faena que se quedó sin premio por entrar a matar en la suerte contraria, lo que desaconsejaba hasta entonces la lidia.
Con el tobillo vendado, más decidido salió el maño aún con el quinto, al que saludó con una larga a portagayola y otras dos cambiadas de rodillas que tuvieron el denominador común del mando del capote, como lo tuvieron los ayudados por alto que, también de hinojos, prologaron el que iba a ser un complejo trasteo de muleta.
Porque al de José Cruz no solo le faltó clase sino que tendió a defenderse con brusquedad y a pararse ante la tela que Palacio movió con la misma seguridad, sin perder ni un sólo hálito de fondo para insistir y lograr, más allá de los tornillazos que soltó el utrero, otras dos tandas de muletazos, esta vez con la mano derecha, de limpio temple y de apurado ajuste, absolutamente impensables en principio.
Fue así como, tras unas manoletinas también con toreo y otra estocada defectuosa, acabó paseando una oreja que no expresa la auténtica dimensión de la actuación de este joven Palacio que, sin especular en ningún momento y con la clara intención de torear siempre por derecho, está llamado a instalarse en la cima de los novilleros.
Porque otro trofeo cortó también Jarocho por mover sin grandes apuros ni apreturas a un primero manejable que agradecía que le llevaran con los vuelos de la muleta, lo que no siempre llegó a suceder, mientras que no acabó de dar el paso adelante con un quinto que pasó sin entrega en los despegados embroques del torero castellano.
Por su parte, Javier Zulueta perdió la posibilidad de llevarse otro trofeo por su desconfiada forma de entrar a matar al tercero, que se quiso rajar casi desde su salida pero al que sostuvo ante el engaño con dulzura de muñecas en su bien medido trasteo, aun así más largo del que provocó el absoluto desfondamiento del sexto, totalmente vacío de raza, y al que el sevillano también mató a la última.