SEVILLA
Aquí el rey soy yo
Morante de la Puebla ha cortado un rabo en histórica tarde de toros en la Maestranza. Urdiales y Juan Ortega fueron ovacionados.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Morante es un maestro absoluto. Un auténtico genio, y no uso esta palabra con ligereza tras verle expresar, en una tarde histórica para el toreo en Sevilla, esos dones artísticos imposible de imaginar. Puede hacer casi cualquier cosa con su diferencial tauromaquia, pero lo que más admiro de él es que siempre pone su talento al servicio de la más creativa y pasional expresión taurómaca. Y la emoción en primer lugar. Todo tiene que ver con sentir, imaginar, improvisar… con ese toreo que lleva en el alma.
Lo hecho tuvo la fortuna de contar con un protagonista extraordinario, “Ligerito” el noble cuarto toro de Domingo Hernández. Que pareció destinado a convertirse en legítimo representante de la nobleza y la bravura por la calidad de su embestida. Fue un toro de triunfo, un verdadero toro bravo. Así, la belleza de la gran obra de José Antonio Morante poseyó la naturalidad, profundidad y despaciosidad necesaria para convertirla en histórica. Torero y toro se alinearon en una perfecta simbiosis para sumergirnos en la magia del toreo. Toreo en esencia y bravura manifiesta, una peculiar alquimia de sentimiento y emoción.
El punto de partida fueron dos faroles de lujo para recibir al buen toro, y continuar con imponente toreo a la verónica. Diversidad en su toreo de capote con excelentes chicuelinas, tafalleras, gaoneras y eso lances de un barroquismo excepcional. Todo magnificado. Entre la enorme calidad de la lidia resaltó el prodigioso natural. Naturales fascinantes que se hilvanaban sin solución de continuidad. El genial torero sevillano recreó cada trazo con un sentimiento, una profundidad, una elegancia y una belleza asombrosa. No es Morante solo un torero portentoso, es un artista de verdad, de los que dejan huella indeleble en el aficionado. La frescura, la improvisación de su toreo es tal que me atrevo a decir que me pareció que estaba descubriendo el toreo. Toda una creación que apareció con una enjundia inesperada con la que enloqueció a toda la plaza. Con la que hizo parar el tiempo. Una tauromaquia que sólo a él le pertenece, modelada, hecha muy despacio a través de una naturalidad y torería descomunal.
Tejera le puso fondo sonoro a la gran obra. La música capaz de potenciar la calidad artística de un faenón. Un toreo que constituyó un importante testimonio histórico. Una faena que dejó al espectador en estado de éxtasis irreversible. Porque tras la estocada, la plaza entrera se tiñó de blanco. Cincuenta y dos años después se volvió a conceder un rabo en la Maestranza. Fue para Morante.
Venía con tantas ganas de triunfo el diestro cigarrero que nada más desplegar el capote con el primero de la tarde, noble y de escaso fondo, deleitó con más de media docena de verónicas impresionantes. Después, fue con el toreo diestro con el que expresó esa delicadeza y talante que caracteriza a quien los trazó y que se distinguieron, no sólo por la pureza de su recorrido, sino también por en esos guiños a la tauromaquia de José, presente incluso en el diseño del vestido de luces que usó. La estocada atravesada necesito de descabello.
La vivida ha sido una gran tarde de toros. También Juan Ortega ha dado un recital de toreo con el capote que hizo sonar la música. Música para él y el genio que rivalizaron con el capote con excelentes quites al tercer toro correspondiente al diestro de Triana. Ortega detuvo las agujas del reloj maestrante, y aún sigue paradas, porque aún sigue el trazo de la verónica. Imposible torear más despacio. La chicuelina ajustadas la utilizo José Antonio para demostrar que “aquí el rey soy yo”, y volvió Ortega con su portentosa verónica.
Sonó “Manolete” para acompañar la faena del sevillano expresada con delicadeza y talante con la derecha. Surgieron muletazos muy despacio, cambio de manos excepcionales, detalles por bajo con enjundia. Lo suficiente para recibir una ovación que, tras media estocada precedida de pinchazo, se escuchó en toda Sevilla. También los detalles de torería hechos y dichos con naturalidad lo expresó Juan con el noble y soso sexto. No dio el toro para más.
Diego Urdiales tuvo en el segundo un manso y complicado toro con el que no hubo forma de conseguir contenido para la faena. Algunos muletazos con la derecha obligando la embestida con su acostumbrada naturalidad y otros con la izquierda, aunque primando la desigualdad. Acabó rajándose el toro para terminar de pinchazo y estocada. Al quinto, mejor toro que su anterior, lo toreó con templanza con la derecha resultando muletazos de expresiva pureza. No fue igual con la izquierda, aunque algún que otro natural alcanzaron alta nota. Detalles de trincheras y cambios de mano para finiquitar con estocada.
Finalizó la tarde con el ruedo inundado de aficionados que a hombros entre dos los sacaron por la Puerta del Príncipe y en procesión se lo llevaron por la calles de Sevilla hasta el hotel. Para no olvidar.
Sevilla, miércoles 26 de abril de 2023. 10ª de abono. Casi lleno.
Toros de
, desiguales de presentación e interesante juego. El cuarto fue un gran toro premiado con la vuelta al ruedo. Con clase en la embestida y poca fuerza el primero; Manso y complicado el segundo; de nobles embestidas, aunque con escaso fondo el tercero; duró poco el noble quinto; noble de sosas embestidas el sexto.
Morante de la Puebla, saludos y dos orejas y rabo.
Diego Urdiales, silencio tras aviso y saludos
Juan Ortega, ovación y silencio