SANTANDER
El Cid y Emilio de Justo torean y triunfan al ritmo de La Quinta
El Cid se despide de una de sus plazas con una puerta grande que comparte con un notable Emilio de Justo. Corrida noble de La Quinta.
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La tarde pintaba en gris. El cielo y los toros de La Quinta ponían el color. Una tarde que iba de despedida para El Cid en una de sus plazas talismán. Santander y sus añorados duelos con Rincón, el indulto de 'Madroñito' de Adolfo Martín... Precisamente una imagen de Manuel Jesús con ese toro fue utilizada por la Asociación Taurina de Cantabria para desplegar una gran lona como homenaje al torero de Salteras.
El primer toro de El Cid, pese a su preciosa lámina, fue solo eso. Pura fachada. Ayuno de casta, se paró nada más comenzar el sevillano su trasteo de muleta. La nada. Un simulacro de faena que concluyó de una estocada desprendida.
Sin embargo, el destino y la providencial suerte de El Cid en los sorteos le tenían reservado como quinto al gran “Timonero”, un ejemplar de La Quinta humillador y de un gran ritmo en sus embestidas. Al natural recordamos al mejor Cid. Largos y profundos los muletazos. Y ese golpe de muñeca para dejar al toro colocado para ligar el siguiente. En redondo el toro también embestía de maravilla, aunque por abandonarse y relajarse tanto, hubo algunos enganchones que impidieron la continuidad de las series por este lado. Media estocada arriba fue suficiente para que el toro rodase y se desatase la amable concesión del doble trofeo. El idilio de El Cid y Santander ha durado hasta el final.
El otro triunfador del festejo fue Emilio de Justo, que firmó un torerísimo recibo a la verónica rodilla en tierra a su primero. Saliéndose a los medios y abrochando con una media que tuvo sabor. El toro se arrancó de largo en el primer puyazo aunque empujó con la cara a media altura. Después se enceló con el caballo y solo quería seguir acometiendo al jaco cada vez que veía oportunidad ya con el tercio cambiado. El torero cacereño se mostró muy centrado durante toda la faena. Primero a derechas le cogió pronto el aire a la embestida del pupilo de la familia Martínez Conradi. Sin apretarle por abajo pero enganchándolo muy adelante para tirar de su embestida con pulso y firmeza. Los toques fijadores fueron fundamentales para que el toro no se aburriese en sus viajes. Y los de pecho, echándose al toro por delante. Un gozo. Al natural el toro tuvo menor celo. Pero no desistió en buscarle las vueltas hasta extraer una serie de mérito. Sin embargo, la más lograda llegó en el cierre de faena. Una tanda reunida y ligada en redondo que remató de un soberbio pase de pecho. Se volcó Emilio sobre el morrillo. La espada viajó entera y el pitón sobrevoló la ingle del torero. La oreja tuvo su peso e importancia.
El sexto fue un toro más cargado de kilos que el anterior y que embistió de forma muy lenta y enclasada cuando llegaba a los engaños pero con el defecto de salir desentendido. Emilio supo conducirlo con temple y mando sobre todo a derechas. Al natural, ese adormilamiento hizo que en mitad de un muletazo le levantase los pies del suelo al cacereño. Se recompuso el torero para hilvanar todavía un par de tandas antes de dejar otro estoconazo que tiró al toro sin puntilla. La oreja fue de nuevo trofeo cabal. Como su puerta grande.
El toro abrió plaza un ejemplar de La Quinta de perfectas hechuras, con su seriedad entipada. Estuvo cogido con alfileres tras su paso por el caballo. Así que Curro Díaz optó por la delicadeza en el inicio de faena. Pocos tirones. Más acompañar que mandar. Fue asentándolo poco a poco. Así hasta que llegó la tanda más rotunda por limpia y ligada. Pero en la siguiente, el toro hincó los pitones en la arena y dio media vuelta de campana. Hasta ahí llegó el cárdeno. En la siguiente tanda se derrumbó. Como volvió a hacerlo después de que Curro le aviase de una estocada en el rincón.
El cuarto fue un ejemplar más claro que permitió a Curro explayarse en su toreo desmayado y estético. Sobre todo en redondo, por dónde aprovechó la inercia del viaje del toro tras el primer cite para ligar los muletazos con compás y muy embrocados e ir ralentizando la embestida del animal. A izquierdas no hubo el mismo acople entre toro y torero, por lo que la faena fue a menos. La espada volvió a írsele caída al de Linares, por lo que la petición no llegó a la mayoría necesaria para la concesión del trofeo.
Santander, martes 23 de julio de 2019. 3ª de Feria. Más de media plaza (5.175 espectadores)
Toros de
, bien presentados y parejos de hechuras y caras. Desiguales de juego dentro del común denominador de la nobleza aunque con faltos de empuje en algunos casos. Destacó el quinto, el más completo del sexteto.
Curro Díaz, saludos y saludos tras petición.
El Cid, silencio y dos orejas.
Emilio de Justo, oreja y oreja.