4ª FERIA DE SAN MATEO

La feria de Logroño acaba con "pinceladas" de toreo y orejas para Juan Ortega y Pablo Aguado

Los dos diestros sevillanos tocan pelo mientras Roca Rey se va de vacío con un lote deslucido.

Pablo Aguado en un ayudado por bajo al toro que ha cortado una oreja

@TorosenLogrono

Pablo Aguado en un ayudado por bajo al toro que ha cortado una oreja

Agencia EFE

Publicado el - Actualizado

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Juan Ortega salió por primera vez al ruedo de La Ribera largo de capote, con un toro que intuía podía ayudarle, por su empuje al caballo; tras brindar al público sometió al animal por bajo, sin atosigar, y siempre encontró respuesta del astado.

Por eso pudo enlazar series correctas, acompañando la embestida con suavidad y sabiendo llevar al toro; por la izquierda también aprovechó para gustarse él y gustar a la grada, con lo que aunque mató con una estocada que necesitó dos golpes de verduguillo, se pidió la oreja y aunque a la presidencia el costó, la concedió.

Ortega no tuvo suerte en su segundo, un toro del que no pudo sacar, deslucido y que acabó pitado en el arrastre.

Ya desde el comienzo no pudo hacer nada destacable con el capote, porque se veía que el toro tenía poco fondo y embestía a regañadientes, se quedaba corto, reservón y sin recorrido; el diestro andaluz no se arredró ante este panorama, lo intentó, pero pronto se dio cuenta de la realidad y desistió.

Hasta el público entendió que no tenía sentido prolongar la faena y agradeció la brevedad; dos pinchazos antes de una estocada desprendida acabaron con la tarde Ortega en una plaza en silencio.

Andrés Roca Rey inició su tarde ante un toro con complicaciones que supo solventar con algún susto; de hecho no pudo estirarse con el capote ante un animal que apenas cumplió en varas.

El runrún llegó a las gradas cuando el peruano se fue al centro del ruedo para iniciar su típica faena con el pase cambiado a la espalda, pero los siguientes minutos transcurrieron entre enganchones y tropiezos; hizo lo más torero por el derecho, pero sin continuidad.

Cambió de manos y se llevó un revolcón; ahí fue cuando sacó a relucir su carácter, volvió a la cara del toro y subió las pulsaciones del público, que le hubiera dado un premio, más allá de las palmas, de no haber sido porque mató con una mala estocada tras dos pinchazos.

La expectación para ver el segundo de Roca Rey era máxima, pero de nuevo no tuvo suerte en su lote y se enfrentó a un toro huidizo desde el principio, pegajoso, andarín y muy incómodo, con embestidas muy descompuestas.

Por eso el peruano no pudo exhibir su toreo de capa y tuvo que tirar de oficio y raza, con series en redondo ligadas en largura y sin demasiadas estrecheces, que prologaron a un recurso de las bernadinas muy bien recibidas; el animal le obligó a una laboriosa preparación de la última suerte, en la que recibió dos avisos y acabó en silencio con una estocada al vuelo tras un pinchazo.

Pablo Aguado se enfrentó en primer lugar a Primoroso, un toro trotón, huidizo y de media casta, aunque poco a poco fue cambiando a bueno porque el diestro sevillano supo corregir sus defectos; usó la muleta como debo, dejando un toreo en redondo pulcro y con suavidad por la izquierda.

Tomando el toro siempre en corto, Aguado llegó al encanto de la espaciosidad y el ajuste, gustándose él y al público; mató con una gran estocada que le valió la oreja.

El que cerraba plaza y feria fue un toro parado y soso, que ni siquiera permitió al sevillano desarrollar la verónica para empezar, aunque él estuvo muy metido en la faena desde el inicio, esperando su momento.

Enganchó una serie por derechos y apenas probó por el izquierdo, ante un toro que se paró; el torero, que siempre apuesta por el toreo puro, no atacó demasiado, con lo que la feria acabó con dosis muy cortas de gusto, antes de que el sevillano diera hasta cinco pinchazos y recibiera un aviso para acabar

Herrera en COPE

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