8ª CORRIDAS GENERALES
Gesto de los toreros sobre el barrizal y ante una descomunal mansada del cierre de feria
Damián Castaño corta la única oreja de un festejo condicionado por la fuerte lluvia un ruedo convertido en barrizal.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La terna compuesta por Antonio Ferrera, López Chaves y Damián Castaño, que cortó la única oreja, protagonizaron hoy en Bilbao junto a sus cuadrillas un auténtico gesto, al lidiar sobre un impracticable barrizal los seis descomunales mansos de la ganadería de Dolores Aguirre con que se cerraron las Corridas Generales de 2023.
El pardo ruedo de Vista Alegre presentaba ya antes del paseíllo numerosos charcos, que nadie se encargó de secar, conformando así un complejo escenario que fue empeorando hasta convertirse en una laguna a medida que la lluvia siguió descargando a lo largo de toda la tarde, de manera intermitente pero abundante.
No era por tanto la mejor manera de enfrentarse al gigantesco y desproporcionado sexteto de toros encerrados en los chiqueros y que, con esas bastas hechuras, acabaron por definirse -lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, decía Rafael El Gallo- como una auténtica moruchada.
Pero, por suerte para los toreros, y aunque alguno, como los matones de colegio, abusó de su tamaño en el tercio de varas, ninguno desarrolló excesivas complicaciones, más allá de las derivadas de su absoluta falta de celo ante los engaños, sin emplearse apenas en seguirlos o yéndose rajados de las suertes.
Claro que, aun así, las pésimas condiciones del ruedo, plagado de crecientes charcos, aumentaron sobremanera el riesgo de todos los de luces a la hora de lidiarlos y pasaportarlos de la mejor forma posible, lo que lograron exponiéndose de más pero con auténtica solvencia, haciendo todo un alarde de pundonor y dominio del oficio.
Antonio Ferrera no perdió demasiado el tiempo con su primero, que se defendió con genio, y movió en un trasteo sobre las piernas al cuarto, un auténtico zambombo, mientras arreciaba el aguacero.
Por su parte, López Chaves, que se despedía también del coso bilbaíno, quiso fajarse con un segundo con volumen de contenedor marítimo, pero tan vacío de casta que pronto le volvió grupas, y también lo intentó con el astifinísimo quinto, que se salía descaradamente de las suertes sin hacer el mínimo intento de seguir el trapo.
Así que fue Damián Castaño, más decidido y más habilidoso que sus compañeros, el único que sacó tajada de esta parada de boyancones que, sin valorar el esfuerzo de la terna, parte del público ovacionó como si fueran bravos, creyendo ver en ellos ese "toro de Bilbao" que ya ha dejado de salir a esta plaza, pero que, en este caso, más bien era el toro "de las calles de Castellón".
Con todo, el torero salmantino supo aprovechar la rajada querencia del tercero hacia las tablas para, tras sujetarlo algunos minutos en los medios, robarle pases cortos y airosos hasta que falló con los aceros. Y en esos fallos contó también el de un tercer golpe de descabello en el que, en un último arreón, el manso acabó prendiéndole por un muslo.
Pasó Castaño a la enfermería, donde se descartó la cornada y de donde acabaría saliendo para matar al sexto, un toraco con pelo y hechuras de limusín y cabeza de bisonte al que acabó limando la amenazante violencia de los primeras oleadas para acabar ligándole pases tan breves como sus arrancadas.
Claro que lo hizo de una forma tan inteligente, animosa y bien compuesta que le valieron esa última oreja de una feria de Bilbao que, finiquitada ya esta edición tan desangelada a todos los niveles, pide con urgencia una profunda reflexión sobre su planteamiento a corto plazo.