SANTANDER
Ginés Marín, muleta templada y espada certera para triunfar en su encerrona
Cinco orejas paseó Ginés Marín en su encerrona en la Feria de Santiago de Santander. Dos buenos toros de Juan Pedro Domecq y El Parralejo.
Publicado el - Actualizado
5 min lectura
La ovación de inicio tras el paseíllo como reconocimiento al gesto de Ginés Marín de lidiar en solitario seis toros en la Feria de Santiago. Dos horas y cuarenta minutos después, esa ovación era la banda sonara del coso de Cuatro Caminos cuando el torero nacido en Jerez salía a hombros tras lidiar con solvencia y facilidad seis astados.
Cinco orejas, algunas con más peso que otras, y la impresión de que Ginés podía haber estoqueado incluso algún toro más por su preparación y capacidad. Quizá faltó más garra en algún momento del festejo, Quizá más variedad capotera en otros. Quizá estructuró sus faenas de igual manera. Pero los quizás se acaban cuando uno mira el conjunto y además valora la contundencia estoqueadora en casi todos los toros.
El abreplaza, con el hierro de Domingo Hernández, salió de chiqueros enarbolando la bandera blanca. No iba a poner en apuros a nadie. Ni siquiera cuando se le vino al cuerpo al sobresaliente Fernández Pineda y este dudó más de la cuenta con el capote. Por ello, el primer asalto de Ginés no tuvo emoción, pero sí suficiencia desde que se abrió de capa. Tuvo gusto el saludo a la verónica y vistosidad un posterior quite. El inicio de la faena sobresalió por la templanza y el sabor que tuvieron los trincherazos con los que se sacó al toro salmantino hasta los medios. Después todo fluyó con limpieza. Muy cómodo y centrado se le vio al torero, que corrió la mano con suavidad y mando. Todo estalló en un derechazo ligado a un natural que tuvo redondez y compás. Como un final también muy jaleado desde los tendidos. Pinchó antes de agarrar un contundente volapié colocado en el mismo hoyo de las agujas. Hubo una leve petición que no llegó a ser mayoritaria.
Más cuajo y seriedad trajo el segundo de Jandilla, un toro que pasó sin pena por los primeros tercios y que pareció romper a embestir cuando Ginés la presentó la muleta por el lado derecho. Casi al ralentí tomó el engaño el animal y muy despacio lo llevó el torero. Pero poco más duró el toro, sobre todo cuando le exigió por abajo al natural. Para terminar de apurarlo, llegó un toreo de cercanías a puro huevo, con un pase cambiado por la espalda que asustó al miedo. Y como colofón, un espadazo en toda la yema marcando perfectamente los tiempos. De manual el volapié. La petición ahora sí concitó la mayoría suficiente para la concesión de la primera oreja de la encerrona.
Subió el nivel de presentación con el tercero de Pallarés. El ‘santacoloma de la familia BenítezCubero-Buendía traía unas hechuras redondeadas mirases por donde mirases. Tuvo nobleza y buen son, pero escaso fuelle. Ginés tiró de nuevo de las mismas armas que en los dos anteriores. Temple y sin apretar en los primeros compases de la faena y cuando el astado comenzó a ir a menos, reducción de espacios para terminar de apurar la embestida. La espada viajó certera al primer envite, pero cayó desprendida. Una nueva oreja paseó.
La tarde traspasó su ecuador con el toro de Juan Pedro Domecq que hizo cuarto, que tapó por cara su vareada anatomía. El animal tuvo nobleza y un fondo que sacó a flote Ginés en dos buenas tandas al natural y dos más a derechas ya mediado el trasteo. Apretó por abajo el torero y respondió el toro con humillada y entregada embestida. Rotunda fue sobre todo la última serie de derechazos y una coda al natural muy enfrontilado y abierto el compás donde terminó de cuajar al toro. Y de nuevo, un cañón con el acero para enterrar una estocada en lo alto. Pero el tercero lo levantó, el toro tardó de nuevo en caer y el subalterno se mostró errático de nuevo con la puntilla. Lo que podía haber ido camino del doble trofeo quedó en un nuevo apéndice. Se ovacionó de forma merecida al toro de Juan Pedro, que enjugó en parte el fracaso del día anterior.
610 kilos anunciaba la tablilla antes de ver asomarse al ruedo el toro de Bañuelos, un auténtico transatlántico comparado con los barcos de paseo que han salido por chiqueros en estos primeros días de feria. El del hierro burgalés resultó bronco y exigente. Regaló varias embestidas nobles en la primera tanda al natural de Ginés. Cuando se vio podido comenzó a ponerse brusco, exigiendo mando en sus embestidas. Todo acabó en un cuerpo a cuerpo entre toro y torero que acabó en tablas antes de una estocada casi entera precedida de un pinchazo. La ovación final recompensó el conjunto.
De El Parralejo fue el sexto, un ejemplar de anovillada expresión y livianas carnes. Tuvo nobleza y buen son el toro del recordado Pepe Moya a pesar de que en los compases finales de su lidia pareció resentirse de las manos delanteras. Ginés, una vez más, estuvo más que solvente con él. Correcto y templado. Más ajustado y enfibrado cuando atacó al natural y otra más en redondo por el mismo palo. Un final con mucho gusto y un estoconazo hasta los gavilanes tirándose muy de verdad fue el preludio de la concesión, ahora sí, del doble trofeo que ponía triunfal rúbrica a su encerrona.
Santander, martes 26 de julio de 2022. 4ª de Feria. Algo más de dos tercios de plaza.
Toros, por este orden, de: Domingo Hernández, de pobre cara y buenas hechuras. De juego manejable; Jandilla, bien presentado, manejable pero a manos; Pallarés, con cuajo y kilos, manejable pero con escaso fuelle; Juan Pedro Domecq, terciado pero ofensivo de pitones y con muy buen fondo. Ovacionado en el arrastre; Antonio Bañuelos, bien presentado, bronco y exigente; El Parralejo, anovillado, noble y de buen juego.
Ginés Marín, como único espada: saludos, oreja, oreja, oreja tras aviso, saludos y dos orejas.