9ª FERIA DEL PILAR
Un mano a mano con más orejas que toreo ante una dulce corrida de Juan Pedro en Zaragoza
Tres orejas cortó Talavante, que salió a hombros en el mano a mano que compartió con Ginés Marín, que paseó un trofeo.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hasta cuatro orejas -tres de ellas para Alejandro Talavante- se cortaron en el mano a mano de hoy en la Feria del Pilar, última corrida de a pie del serial, en la que se lidió una dulce corrida de Juan Pedro Domecq que propició un toreo mucho más hondo y auténtico que el que jaleó el amable público que llenó la plaza por completo.
De hecho, más allá del holgado resultado estadístico, serán pocos los momentos del festejo que queden en la memoria de los asistentes, por mucho que se celebraran con entusiasmo distintos pasajes más aparentes que meritorios, y en especial en las tres faenas de Talavante, el triunfador numérico de la tarde.
Porque al de Badajoz le correspondió el lote más completo del casi completo encierro, esos tres toros que, en este mano a mano resultante de la caída del cartel de Morante de la Puebla, no solo le pusieron el triunfo en bandeja sino que le embistieron con tanta profundidad y clase que le dieron la opción de volver a ser el torero de antes de esta desconcertante reaparición.
Pero, lamentablemente, no hubo tal, porque Talavante, ya de partida, no se paró ni se asentó con ninguno a la hora torearlos de capote, lo mismo de salida ni en los variados, volanderos e inconcretos quites que interpretó con los suyos y con los del lote del compañero, ni siquiera con ese tercero de la tarde que salió de chiqueros con un galope enclasado y prometedor.
Todo lo dejó el extremeño, pues, para la muleta que, da lo mismo de toro del que hablemos, manejó a distancia, descaradamente despegado y sin temple alguno en las muñecas. Por eso, la primera oreja, la del "juanpedro" que abrió plaza, le llegó tras una faena ligera y siempre al hilo del pitón de un animal que a su nobleza añadió el punto de transmisión que acabó contribuyendo a la concesión del trofeo.
Y del tercero, que brindó a Nacho, futbolista del Real Madrid, aún se le pidieron dos después de desdeñar y desperdiciar esas embestidas de clase que, desde que abrió el trasteo de rodillas, Talavante movió descaradamente por las afueras, entre enganchones y alardes destemplados -como lo fueron unos cuantos mantazos finales mirando al tendido- que hizo pasar como ejemplo de entrega a un público metido en fiesta.
La defectuosa colocación de la estocada llevó al presidente a denegarle ese segundo trofeo a todas luces injustificado, por mucho que se enfadara el respetable, pero luego no tuvo otra que conceder aún al de Badajoz uno más del quinto, otro "juanpedro" de reposada nobleza al que tampoco apuró en un trabajo corto y deslavazado que volvió a envolver de gestos para la galería más propios de una plaza portátil.
Tampoco tuvo mucho peso la oreja que Ginés Marín paseó del segundo, otro toro de móvil docilidad con el que se apretó en contadas ocasiones en una faena muy lineal, hábil pero de medida apuesta y poco mando que, eso sí, remató con una estocada de perfecta ejecución.
Pero no logró hacer lo mismo el pacense con el quinto, con un pinchazo previo a la estocada defectuosa que dejó los pañuelos en los bolsillos después de que también abriera de rodillas, y con mando, su trasteo al bravo cuarto, que tuvo prontitud, repetición y profundidad en unas emotivas arrancadas que pedían más pulso y sinceridad.
Fue con el sexto, por puro pundonor y ante la victoria numérica de su paisano, con el que Martín puso un mayor empeño, solo que el basto y romo sobrero fue, con su brusca y reacia actitud defensiva, la oveja negra de una corrida que mereció mucho más, por muchas orejas baratas que se le cortaran.