2ª VIRGEN DE LOS LLANOS
Manuel Caballero y Samuel Navalón salen a hombros mano a mano en Albacete
La novillada de Montealto que se lidió este sábado no cumplió con las expectativas, salvo un buen segundo novillo.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Venía con buen aire el mano a mano propuesto por la empresa y la cosa resultó interesante. Bien de entrada, se sembraron dos semillas de futuros toreros con el sello Albacete y la sensación de que hay que verlos más. Con muchos matices y notas al margen, cada uno a su estilo, pero siempre sin quitar la mirada del ruedo porque podías perderte algo. Dos orejas Caballero, por tres de Navalón, algunas concedidas con un pequeño empujón del respetable y la presidencia, aunque siempre planeó la sensación de que hay relevo en Albacete. Con mesura y sin lanzar las campanas al vuelo.
El recibo de capote al primero de la tarde por parte de Caballero a la verónica se fue entonando según ganaba pasos al centro del ruedo, aunque se vieron conatos de flojedad por parte del novillo desde los primeros lances. Tras llevarlo al peto con breves y garbosas chicuelinas al paso, se vio un puyazo caído donde casi derribó a la montura más por hacer palanca con las tablas que por empuje. Banderillas de trámite para dar comienzo a la faena de muleta tras el brindis al público. Manuel intentó torear por bajo por ambas manos de inicio, pero los blandeos impedían la transmisión y la continuidad. Destacó una serie a derechas más lucida por reunida llevándolo tapado, continuando con otra al natural breve pero intensa y una más atropellada por enganchones en la muleta. Mató de estocada baja con desarme , necesitando después tres golpes de puntilla para cortar la primera oreja de la tarde.
Con su segundo, que ya empujó con desmedido ímpetu en el burladero del 2, Manuel fue arrollado en el capoteo inicial, pidiendo continuar aunque con síntomas de encontrarse dolorido por el impacto sufrido. No se empleó en la puya, y toda la fortaleza que parecía tener el novillo pareció evaporarse tras besar el albero. Apretó por momentos en banderillas porque cada vez se iba aplomando más. Caballero intentó torear pero aunque el novillo-toro quería, su falta de casta y empuje diluía el viaje. Idéntico molde al natural. Fue como escribir con un lápiz que apenas tenía punta. Poco más se pudo hacer. Se tiró, y aunque se atragantó de novillo por lo que fue revolcado, milagrosamente sin herida, dejó una estocada en buen sitio que provocó derrame. La oreja fue el premio a la tenacidad y al uso del acero.
Ya con el quinto, gustaron las verónicas del saludo. Tardeó para la suerte de varas y pese a que fue bien cogido por el varilarguero, cabeceó sin cesar en el peto con un pitón. Suspenso, sin más. Sin mejorar la nota en banderillas, donde se movió con arreones de mansedumbre. Caballero brindó a Daniel Ruiz, hijo, pero el utrero topaba más que embestía con flojo y descompuesto viaje, por lo que pronto tiró la cuchara. Si falla el motor, es decir, la casta, el coche no dice nada. Únicamente pudo robarle unos muletazos toreando en redondo que no fueron más que un espejismo. Que la música sonase fue más anecdótico que necesario. Igual que la mínima petición de oreja y la posterior vuelta al ruedo tras estocada atravesada.
Samuel Navalón planteó un eléctrico recibo al segundo de la tarde, con larga cambiada de rodillas y verónicas, pero el utrero se desentendió pronto. Tras un puyazo donde no anduvo lejos de cumplir, con quite por tafalleras de Navalón, se desplazó en banderillas con viveza. Empezó de rodillas y enfibrado el novillero, con desarme final. Ya en pie, toreó con limpieza y llevándolo largo en la primera serie, más sucia la siguiente por verse toques, terminando gustándose al natural. El novillo, llamado Venturoso, fue embistiendo cada vez más y mejor, con algún susto -por suerte, sin consecuencias - por descubrirse el novillero, en parte también porque el viento hacía de las suyas. Navalón hizo faena a su manera ante un bombón en la muleta por ambos pitones. Con las lógicas carencias de un recién empezado pero que suplió con ganas. Mató de estocada tendida en buen sitio, concediéndose dos orejas. Puede que generosas pero que no chirrían.
Su segundo, cuarto de la tarde, iba a su aire de inicio, escarbando y saliendo suelto del capote de Samuel. El utrero siguió desentendiéndose del peto, y aunque hizo amago de empujar, luego se dejó pegar. Además, se derrumbó durante la brega. El novillo siguió tardeando en banderillas, costándole una barbaridad el acudir a los cites y a los palos. Tras el brindis a Caballero, padre e hijo, Navalón se fue a los medios a intentar hacer faena, lástima que la aplomada y descastada condición, cogida con alfileres, fue a por la espada ya que no había nada que rascar. Tras pinchazo sin fe y otro hondo, sumó un golpe de descabello para terminar el intrascendental capítulo.
Con el cierraplaza, Navalón volvió a salir a por todas con variedad de capote traducida en larga cambiada, chicuelina y verónicas. Daniel López picó con suficiencia y solvencia en un puyazo donde no hizo mala pelea el utrero. Aún con cierto calamocheo en banderillas, Samuel se fue al centro de ruedo, aunque un desarme no frenó su motivación. El novillo se movió con un derrote al final del muletazo en la aguerrida propuesta del novillero. No fue una labor pulcra pero sí de exposición ante un exigente novillo, manso y embestidle, que pedía los papeles. Navalón no los tiene pero está en el camino de compulsarlos. Firmeza de plantas, varios pases de buena factura y un desarme entre medias. Y todo en los medios. Remate final de bernadinas con el público entregado, se le fue la mano y dejó un acero muy trasero y tendido previo a otro completo. Tardó en caer el novillo y se enfriaron los ánimos. La petición y oreja fueron la propina, con el haber de la actitud y el debe de los aceros.