CULTURA

Ponce, pregonero en Málaga: "El toreo es el arte entre las artes"

El diestro valenciano pronunció el Pregón Taurino de la Feria de Málaga 2018.

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Redacción Toros

Publicado el - Actualizado

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Enrique Ponce fue anoche el gran protagonista en el Pregón Taurino de la Feria de Málaga, un acto que se planteó como un homenaje a ‘Crisol’, el espectáculo ideado por el maestro que tuvo a Málaga como sede de su estreno mundial el año pasado y que todavía es recordado con deleite por los aficionados. Por esta razón, el torero estuvo arropado por muchos de los que hicieron posible Crisol, entre ellos el torero malagueño Javier Conde, la soprano Alba Chantar y el pintor Loren Pallatier, que fue el encargado de decorar la plaza con su obra. Por parte de la empresa de la Malagueta acudió José Carlos Escribano,

Al acto, organizado como es tradicional por el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Málaga y del que es artífice Juan Manuel Pozo, asistieron además la Subdelegada del Gobierno, María Gámez; el Alcalde de la ciudad de Málaga, Francisco de la Torre; el Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía, José Luis Ruiz Espejo; el Diputado de Cultura, Víctor González; así como la Presidenta del Colegio de Aparejadores, Leonor Muñoz.

Ante un auditorio al aire libre completamente abarrotado por más de 500 aficionados, Enrique Ponce dejó sentadas las bases de su pregón al definir la tauromaquia como “una manera de vivir; un camino de vida; cultura secular y un arte que, como tal, es evolutivo”.

Esta última palabra, evolución, fue clave en su discurso, pero antes se refirió a sus vínculos con Málaga a través de su amistad con el torero Javier Conde y su familia y el actor Antonio Banderas.

Y pronto se sumergió en la historia taurina de la ciudad, refiriéndose a Málaga como “la de los toreros serranos, los de Ronda, los Romero. En la génesis de todo, Francisco; Pedro en la cúspide del ilustre apellido Rondeño. Y los Ordóñez como escuela definitiva, como referencia de tauromaquia clásica: Niño de La Palma, padre del toreo rondeño, padre de Don Antonio Ordoñez”. Y también a la Málaga “de toreros ribereños: Miguel Márquez de pasión incontenida. Antonio José Galán de sonrisa comprometida en la suerte suprema desnuda. Javier Conde es la inspiración inaudita, el arrebato mas flamenco del toreo malagueño: Mi compadre. Mari Paz Vega, una torera de lucha y lucha sin desmayo. Jiménez Fortes la penúltima apuesta torera, bizarra y valiente de Málaga”.

El siguiente paso del pregonero fue agradecer a la ciudad la acogida a su creación: “Gracias, Málaga, por tu comprensión, por tu sensibilidad, por tu manera de entender la vida, por tener la mente abierta para aceptar caminos nuevos, por creer que el arte, ante todo, para que sea arte tiene que ser materia evolutiva”.

Y enseguida pasó a la génesis y al recuerdo de una tarde inolvidable: “Crisol fue y es un sueño que tuve y que tengo desde el momento en el que entendí que el toreo, al igual que la música, la danza o la pintura, se puede fusionar entre sí o con otras variables artísticas para conseguir atmósferas distintas en las que el artista y los espectadores puedan viajar mas allá de lo establecido”.

Tras unas palabras de agradecimiento para todos los que hicieron posible Crisol -Guillaume François, Javier Conde, Estrella Morente, Pitingo, Alba Chantar, la música y los coros de la banda de Gibraljaire, Loren Pallatier-, se adentró en la filosofía de este acontecimiento cultural: “Crisol no fue fruto de una casualidad, Crisol fue, mejor dicho es el resultado de una reflexión motivada por los cambios tan veloces que se están produciendo en el contexto sociológico”, explicando sus precedentes en Nimes, Istres y Santander, plazas donde se mezcló música lírica con toreo en lo que sería el embrión de esta creación taurina-musical.

Ponce defendió su idea con argumentos y aseguró que no se trata de “una frivolidad”, refiriéndose al mucho trabajo que hubo detrás “para conseguir incorporar elementos artísticos ajenos a la corrida de toros dentro de su seno más profundo sin que la esencia se vea distorsionada en su fuero mas ortodoxo. No es una irreverencia, ni pretende quedarse como parte de la corrida, pero sí nos invita a recorrer caminos distintos para introducir el toreo de otra manera en el siglo que ya avanza”.

Esta adaptación a los nuevos tiempos ocupó un importante lugar en su pregón, refiriéndose el torero a los numerosos cambios en la vida y el mundo que nos rodea. Cambios que afectan también a la tauromaquia: “Todo está cuestionado hoy en día, todo tiene que ir buscando su otra ubicación nuevamente, la tauromaquia también y para ello tendremos que evolucionar y ofrecer la tauromaquia como un reducto de valores que son perfectamente exportables a la sociedad generalista”.

La Tauromaquia, explicó, “es cultura de nuestros pueblos, porque miren ustedes, Cultura no es lo que algunos quieren que sea. Cultura es aquello que el pueblo toma como suyo y lo lanza al espacio para que recorra el tiempo y lo retome como propio. La tauromaquia es cultura y es arte”.

De este modo llegó al objetivo perseguido por Crisol, que definió como “una invitación a la reflexión y créanme ustedes que ha hecho reflexionar a las gentes y aficionados porque fue una manera distinta de ampliar de contenido emocional un espectáculo ya de por sí único”. A lo que añadió: “Crisol es para todos, los aficionados y no tan aficionados, que deseen explorar nuevos cambios de sensaciones porque todos los que participamos del toreo somos personas con un alto grado de sensibilidad para disfrutar y poder captar su espíritu”.

Por último, el maestro se reafirmó en su idea de que “el toreo es el arte entre las artes” y añadió que “debe de ser susceptible de fusionarse con otras actividades artísticas, aunque sea en momentos puntuales. El toreo es la última representación real que existe en el mundo, en la cual lo que sucede en el ruedo, que es el escenario de la propia vida, es rigurosamente verdad: El éxito y el fracaso. La vida y la muerte”.

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