SEGOVIA

El poso de El Cid y dos buenos toros de Adolfo Martín destacan en El Espinar

El sevillano corta dos orejas al quinto toro de Adolfo Martín, un buen toro junto al noble y encastado primero.

El Cid en su salida a hombros este sábado en El Espinar (Segovia)

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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El Espinar apostó este año por el torismo bien entendido. Dos ganaderías de reputada categoría y contrastada procedencia. Los ‘albaserradas’ de Adolfo Martín y los ‘aldeanuevas’ de Pedraza de Yeltes para un Desafío Ganadero que acabó llevándose Adolfo, que lidió dos notables ejemplares.

Enfrente, tres toreros que llegaban a la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama en distintas posiciones del escalafón. Tres toreros curtidos en este tipo de festejos exigentes. Triunfó el que ha vuelto este año para estar casi inédito a estas alturas de temporada. El Cid demostró que se puede contar con él porque quien tuvo, retuvo. Su triunfo así lo atestiguó este sábado en El Espinar.

Abrió plaza un toro de Adolfo que se llevó una ovación por su serio y compensado trapío. Un animal que cumplió en las dos varas que tomó y que desde el inicio de la faena mostró las características clásicas del encaste: casta y humillación. Si por el derecho se desplazó con clase y nobleza, por el izquierdo se sublimaba con una profundidad extraordinaria. Ferrera aprovechó las cualidades del toro para torear con temple, reposo y trazo largo, sobre todo al natural. Al conjunto, de todas formas, le faltó un punto de rotundidad y le sobró el espadazo bajo con el que terminó con el notable “Sevillano”, que fue ovacionado en su arrastre. Para el torero hubo una petición de oreja que no llegó a mayoritaria.

En cuarto lugar se jugó un toro de Pedraza de imponente alzada con el que Ferrera se enzarzó con parte del público al encararse tras una voz a destiempo desde arriba. El pupilo de Luis Uranga se movió sin gracia ni clase. Esfuerzo en vano de Ferrera con los tendidos divididos. La estocada viajó a los blandos.

El Cid echó por delante un ejemplar de Pedraza muy voluminoso que cantó pronto tanto su clase como su falta de fuerzas. Resultó fundamental el temple que aplicó en las dos primeras tandas a derechas para asentar la embestida del toro salmantino. En la tercera ya apretó por abajo en una gran serie en redondo. Al natural también hubo muletazos largos y limpios aunque con un punto menos de ligazón. Por ello, volvió a la diestra para terminar de cuajar dos tandas más pletóricas de sitio y mando. Todo lo echó por la borda al fallar reiteradamente con el descabello tras haber dejado medía estocada delantera.

Que el precioso quinto de Adolfo embistiese en la muleta fue un acto de fe después de los horrendos tercios de varas y banderillas que sufrió. El Cid, paciente y con ese punto de poso suficiente que atesora ahora, fue sacando el noble fondo del astado. Al natural, dejando la muleta muerta para tirar hasta donde daba el brazo. Y en redondo, llevándolo muy obligado por abajo. Faena sin altibajos, que mantuvo el nivel de principio a fin. Ahora sí amarró el triunfo con una estocada algo perpendicular pero en toda la yema que tumbó al toro de Adolfo. Las dos orejas cayeron por aclamación.

Serio, largo y quebrado de lomo fue el ‘pilarón’ de Pedraza que hizo tercero. Se empleó con bravura en las dos varas que tomó pero ya en banderillas se puso remiso a embestir. Manuel Escribano, que cuajó un desigual tercio con los palos, se afanó en una faena de escaso contenido por la falta de entrega de su oponente. Lo cazó con habilidad al encuentro.

Se la jugó de verdad Escribano en banderillas con el descarado y veleto sexto de Adolfo. Tras un poderoso segundo par, perdió pie al ir a colocar el tercero y se salvó de milagro de los derrotes que soltó el toro con el diestro sobre el ruedo. Volvió a la cara y le cortó un mundo en un nuevo intento. Aún así, se fue de nuevo a la cara y soplo un par de poder a poder que puso a la plaza en pie. Poderoso fue el inicio por bajo del sevillano, que tuvo que medir después las alturas y distancias para administrar una casta que se aguó demasiado pronto, llegando a echarse el toro en mitad de la faena. La estocada, fue perfecta de ejecución colocación.

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