CORONAVIRUS
San Isidro 2020, una feria sin toros, sin toreros y sin público
De no haber sido por la pandemia de coronavirus, este martes 12 de mayo hubiese comenzado la feria más importante del año, la de San Isidro de Madrid.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Por primera vez no sonarán los clarines y timbales en Madrid por el mes de mayo, ni se engalanará su patrón por su feria taurina, San Isidro, que hoy debería haber arrancado en una plaza de Las Ventas que aguarda vacía y silenciosa a la espera de que el gentío la haga despertar de nuevo con pasodobles y olés.
Tampoco habrá ese ambiente tan particular antes de cada corrida en la explanada de la Monumental madrileña, ni la muchedumbre bajando por la calle de Alcalá y agolpándose en torno a las estaturas de Bienvenida, el Yiyo, Luis Miguel y el doctor Fleming.
Se echarán en falta los abrazos y saludos con los compañeros de abono, el olor a puro y a perfume del caro, también los gritos de los almohadilleros, de los vendedores de bebida, los cascabeles de las mulillas y hasta las voces y protestas tan características -y en ocasiones insoportables- de los tendidos madrileños.
Sin olvidar a Matías, el librero de Las Ventas, un hombre muy querido, que ya formaba parte de la familia taurina y cuya vida expiró sin previo aviso no hace muchas semanas por culpa del maldito virus. Él ya nunca volverá a montar su tenderete en la galería de los tendidos bajos, pero su recuerdo permanecerá imborrable.
También se añorará los grandes alicientes que aguardaba el San Isidro de este año, una feria que volvía a esconder el bombo para dar paso a las figuras que el año pasado no quisieron exponerse al azar de una mano inocente.
Era el caso de Morante de la Puebla, contratado para dos tardes, las mismas que José María Manzanares o Cayetano, toreros que regresaban a Madrid como también lo iba a hacer Alejandro Talavante, el hijo pródigo de una afición que el año pasado no se explicaba el porqué de su parón profesional.
Talavante iba a volver a lo grande: tres tardes y aceptando nuevamente el reto de matar la corrida de Adolfo Martín. Había que retomar la misma senda, sin cambios, sin alivios, respetando y asumiendo su talante de máxima figura del toreo.
El mismo estatus que posee el peruano Roca Rey, que regresaba a la plaza en la que año pasado recurrió a la heroica para abrir una nueva Puerta Grande después de sufrir una gravísima lesión en el hombro y que, a la postre, le obligaría, semanas después, a tener que cortar la temporada.
La expectación por el peruano era abrumadora -como cada vez que se anuncia en cualquier plaza- pero también había muchas ganas de volver a ver a otro gran torero, convertido ya en "consentido" de la exigente afición madrileña como Paco Ureña, el máximo triunfador del San Isidro pasado, y que iba a ser también pilar importante en la edición de este año.
Como Pablo Aguado, sin duda, el torero de moda por esa frescura y ese aire tan sevillano en sus puras y elegantes formas; o Antonio Ferrera, el hombre que puso Madrid patas arriba en su encerrona con seis toros la pasada Feria de Otoño
Otro torero al que se le esperaba con ganas era a Fortes, que iba a volver a la plaza donde hace dos años su peroné estalló en mil pedazos, tanto que le ha obligado a pasar una temporada en blanco y numerosas veces por el quirófano.
Otros "caídos" a los que se les esperaba con muchas ganas eran los jóvenes Gonzalo Caballero, Javier Cortés y Román, también a Ginés Marín o Álvaro Lorenzo, que siempre dejan cosas interesantes cada vez que actúan en Madrid, o a David de Miranda, torero que salió relanzado el año pasado tras cuajar y desorejar a un gran toro de Juan Pedro Domecq.
Y, por si faltara, este año iba a reaparecer un torero muy del gusto de la afición como es Matías Tejela.
Todos estos alicientes contrastan, en cambio, con las ausencias de El Juli, con el que la empresa no había llegado a un acuerdo después de que el madrileño les salvara la feria del año pasado tras lesión de Enrique Ponce, con el que tampoco las negociaciones iban por buen camino.
Dos toreros importantes que la empresa había dejado fuera a los que hay que sumar a Diego Urdiales, un matador muy respetado en Madrid y al que parece no acaban de dar el sitio que se merece después de las grandes tardes ofrecidas por el riojano en una de sus plaza talismán.
Todo esto podía haber sido lo que hubiera dado de sí el llamado mundial del toreo, una feria truncada, como otras muchas, por la pandemia que ha paralizado al mundo entero. Madrid se queda sin toros por su mes de mayo, la primera vez en su historia, también sin pasodobles y sin olés.