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Talavante y Luque cortan dos orejas cada uno y salen a hombros en Íscar

También paseó un trofeo Aguado en una corrida de Salvador Gavira en la que destacaron el cuarto y quinto toro.

Talavante y Daniel Luque en su salida a hombro este domingo en Íscar (Valladolid)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Abrir plaza siempre es difícil y en este caso no fue menos. Talavante tuvo en frente una hermanita de la caridad, sin emplearse en el capote ni en el encuentro con el caballo, echando las manos al suelo al salir del peto.

Labor total de enfermería por parte de Talavante. El pitón izquierdo fue el elegido para demostrar esa clase que tenía el de Salvador Gavira, esa clase sin ápice de fuerza. Aun así, siempre a más. La nobleza también fue una de sus virtudes, siempre consentido por el extremeño, lo intentó con la mano diestra, abriéndose al final del muletazo. Pinchazo y estocada que hizo guardia.

Feo, cornalón, el segundo del lote de Talavante. Variado con el capote, levantó las primeras palmas de la tarde por parte del respetable. El del castoreño, sin emplearse crudo, se cambió de tercio. Y esa crudeza se vio reflejada en la faena de muleta. De rodillas comenzó Talavante, intentando exhalar a la gente de tierra de pinares la ilusión por hacer faena. Y es que el toro, con bondad, recorrido y galopando, acudió a la pañosa del extremeño con clase. Templado y mandón con la mano derecha, ejecutó series largas, a media altura y con temple. Fue al natural donde llegaron los mejores pasajes, de mano baja y entrega y de ese disfrute que, a lo mejor, en los primeros compases de la temporada no habíamos visto a Alejandro Talavante. Una estocada en su sitio le valió el premio de las dos orejas.

Cantarero, de nombre, el primero de Daniel Luque, el cual engañó al respetable en el único encuentro con el picador de turno, empleándose y metiendo los riñones. Lo único reseñable que contar de un cantarero, con los cántaros vacíos de agua.

Genuflexo con el capote en el quinto, Luque mostró ya las bondades del que hizo quinto. Y así fue, toreó con los vuelos de la muleta, al natural, un toro pronto este de Salvador Gavira que en ningún momento tropezó los engaños. Salía algo desentendido del muletazo, por lo que restó algo de emoción. Por el derecho le robó muletazos en los que pareció pararse el tiempo, siempre entre los pitones, en esas cercanías que, con clase, maneja como ninguno. Estoconazo hasta la gamuza.

Mal presentado el primero del lote de Pablo Aguado. El triunfador de la pasada feria de Íscar, se encontró con un toro sin entrega, embistiendo con la cara alta y sin la emoción propia de la casta brava. Tres ayudados por alto y un trincherazo en el inicio de faena fueron lo mejor de una faena de las que hacen que el murmullo no se apague en los tendidos. Aguado lo intentó, pero faltó que el de Salvador Gavira se metiera en harina, desentendido del todo y sin humillar en ningún momento. Mal con los aceros.

El de Salvador Gavira, que cerró el festejo, fue el que más plaza tuvo de todo el festejo. Incierto en los primeros tercios, empujó con genio en varas.

Fueron los medios los terrenos elegidos por Aguado. Y es que el sevillano mostró todo lo que tenía el toro con esa clase y despaciosidad con la que maneja las muñecas. Muñecas que mandaron y templaron una serie al natural que marcaron los cánones de la torería. Con la mano derecha a pies juntos, pero con falta de ritmo. Se llevó de Íscar el peor lote de la corrida. Un pinchazo precedió a una estocada casi entera.

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