2ª FERIA DE MANIZALES

El temple de David Galván y la entrega de Juan Sebastián Hernández puntúan en Manizales

La primera corrida de toros de la 69ª Feria de Manizales dejó las orejas cortadas por David Galván y Juan Sebastián Hernández.

David Galván durante la vuelta al ruedo tras cortar una oreja en Manizales (Colombia)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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David Galván y Juan Sebastián Hernández cortaron cada uno apéndice. Pero, más allá, el primero de ellos se ganó un lugar de importancia en la gran sensibilidad de esta plaza de toros a punta de conocimiento, firmeza y mucho valor. Hernández, por su parte, ratificó esa condición sin límite de entrega y voluntad con que se ha ganado lugar en ruedos nacionales de primer orden.

Los toros deslucidos y a la defensiva de la ganadería local Dosgutiérrez decepcionaron. Ante ellos tuvo que pechar también el hispano Rubén Pinar.

Fue así como la tarde pasó a ser una cadena de exigencias para los lidiadores que comenzó con lances a pie junto de Pinar, quien tuvo ante sí un toro con más asperezas que opciones. Al final se impuso lo primero. Sin tino con la espada, la situación desembocó en lluvia de pitos, tras dos avisos.

En el otro, cuarto, Pinar se preocupó desde el primer segundo en trazarle el camino a un ejemplar que, aparte de no humillar, brindaba poca confianza. No hubo cómo, porque el toro nunca se entregó y, por el contrario, hizo las cosas más difíciles y riesgosas en exceso. Aviso y silencio roto por tibias palmas.

La gracia y el temple de David Galván en el capote dejaron buen presagio en las primeras suertes tras la aparición del segundo del festejo. Y en la muleta, la tarea se hizo más importante en la medida que el torero español de la provincia de Cádiz se apropió de todo, comenzando por lo más necesario, los terrenos. De ahí sobrevinieron las series macizas en las que el de Dosgutiérrez pareció crecer en sus embestidas, fruto ellas del mando del debutante en esta ciudad. La espada no entró y todo quedó en palmas para ambos, cuando el resultado bien pudo ser otro.

Y la suerte de Galván habría podido ser la misma, la de irse de vacío, de no ser por el propio Galván. Así suene a perogrullada, el diestro del sur de España dio una lección en la que se sumaron sapiencia y valor para levantar en medio del desierto de la mansedumbre una obra hecha con tesón hasta alcanzar la unanimidad de los tendidos. Faena de importancia que tuvo como paréntesis para no olvidar una gran vara de Luis Viloria, picador colombiano. La espada entró luego de un primer pinchazo y el pañuelo de una oreja asomó en el palco.

Poco por dentro tuvo el primero de Juan Sebastián Hernández, tercero de la tarde. Así como cortó los terrenos a los banderilleros, en la muleta redujo sus embestidas al mínimo, saliendo siempre con la cara alta y dejando la impresión de que el asunto no era con él. La voluntad del torero colombiano se encontró así con un muro imposible de acometer. Tres avisos cerraron un infeliz capítulo.

Y en el último, que se escupió del caballo, Hernández aprovechó la movilidad del toro para abrir camino a un trasteo en el que primaron sitio y mando. Las series fueron calando en la concurrencia, porque la evidente superioridad del matador se vio plasmada en la duración de un episodio por el que pocos apostaban como exitoso. Oreja luego acierto con la espada.

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