2ª CORRIDAS GENERALES
El temple de Mario Navas salva in extremis la deslucida novillada de Bilbao
Lalo de María y Mario Navas cortan una oreja por coleta a una descastada y floja novillada del hierro de José Cruz.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El temple y el buen trazo de los muletazos del vallisoletano Mario Navas al sexto de la tarde, del que cortó una oreja, ayudaron a salvar in extremis y solo en parte el deslucido resultado de la novillada incluida en el abono de las Corridas Generales de Bilbao, que estuvo condicionada por la falta de raza y fuerzas de los utreros de José Cruz.
También antes el francés Lalo de María había paseado otra del quinto, solo que esta tuvo mucho menos peso específico que la lograda por su compañero, básicamente porque el trasteo que la motivó tuvo también una menor entidad, además de un feo bajonazo como remate y que por sí mismo hizo que se protestara la decisión de una presidencia que no hizo más que atender, reglamentariamente, la petición mayoritaria.
Pero, para entender esa generosa pañolada del hoy poco poblado tendido bilbaíno, contó que hasta que el novillero galo hizo esa vistosa pero poco maciza faena, la tarde había ido pasando sin mayores emociones por la falta de fondo, y no solo físico, del encierro del ganadero local.
Ya había sido incluso devuelto el tercero, muy endeble, al que sustituyó un primer sobrero que se vino abajo absolutamente vacío de raza, dejando a Mario Navas prácticamente inédito, mientras que Carlos Domínguez se había alargado en dos empeños tan voluntariosos como poco lucidos ante un primero noblón pero sin clase y un cuarto que también se quedó en nada después de que el extremeño le abriera faena con una buena serie de derechazos con las dos rodillas en tierra.
Con el novillo de más duración y bríos que había salido hasta entonces, que fue el segundo, el propio De María se había marcado una vuelta al ruedo por su cuenta después de lucir por momentos en pases sueltos por ambas manos, asentado de plantas a pesar de su brusquedad de cintura, mientras el astado escarbaba en una constante amenaza de rajarse.
Ya con ese quinto, tampoco sobrado de fuerzas, pero al menos con nobleza y voluntad de embestir, al novillero galo le faltó un gobierno de más pulso que el que aplicó irregularmente en una faena animosa y jaleada por el desalentado público, pero que no acabó de compactar hasta esa fea estocada.
Así que, al devolverse también el inválido sexto y cuando se alcanzaban ya las dos horas y media de festejo, Mario Navas tuvo que tirar de cabeza y temple para salvar los muebles, de la tarde y de su propia actuación, pues el noblesegundo sobrero también flojeó repetidamente en los primeros tercios.
Y fue aplicando esas dos virtudes básicas del buen toreo como el de Valladolid logró no solo asentar al de José Cruz sino que además le hizo ir a más y a mejor para obtener como recompensa a su buen manejo de los trastos docena y media de pases de creciente trazo y profundidad, y en especial una soberbia serie de naturales enganchando al novillo con los vuelos de la muleta.
Apenas sin luz a esas alturas, el novillo, alertado por las plumas de uno de los alguacilillos tras la barrera, tropezó feamente a Navas por el pecho en su primer intento de estocada, pero sin impedirle dejar la espada arriba en el siguiente y llevarse esa sí que merecida oreja.