6ª SAN ISIDRO

Tomás Rufo y una oreja de ley para celebrar el Día Internacional de la Tauromaquia

El toledano firma los mejores pasajes de un festejo en el que Castella y Manzanares dejaron apuntes sin terminar de rematar.

Natural de Tomás Rufo al tercer toro de Victoriano del Río, al que cortó una oreja

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Se llenó y engalanó Las Ventas al reclamo del primer Día Internacional de la Tauromaquia. La vigencia de la Fiesta se mantiene viva y en este San Isidro se está sintiendo más viva que nunca.

El lleno vino motivado por uno de esos carteles redondos que anuncia el ciclo isidril. Toros y toreros. Si bien, al final solo Tomás Rufo se llevó el gato al agua de una desigual corrida de Victoriano del Río, que enlotó tres toros con opciones, faltos de finales eso sí. Tampoco ayudó el fuerte viento, que condicionó terrenos y mando en los engaños.

El toledano, que había perdido conexión con la plaza madrileña tras su puerta grande en la tarde de su confirmación en 2022, recobro ayer el pulso con Las Ventas merced a una actuación macizada en su valor y hondura. El trofeo cayó en el tercero, un toro de perfectas hechuras pero protestado por sus escasos cuartos traseros y su medida fortaleza. El de Victoriano traía prontitud en los cites y humillada clase, y eso lo aprovechó Rufo para firmar un primer tramo de faena de asentada planta y mandón trazo. Muy entregado el toledano, tanto, que el toro acabó echándole mano al ramatar una tanda. Tremenda la voltereta, donde se presintió un puntazo en la corva cuando caía sobre el ruedo el torero. Volvió a la cara del toro Rufo para dejar dos tandas al natural muy profundas. De uno en uno, ya que el toro había rebajado revoluciones. Caló y emocionó la entrega y también el buen toreo. Media arriba tumbó al animal y cayó la merecida oreja.

El sexto, feo como él mismo, hizo concebir alguna esperanza a Rufo y a los aficionados al moverse en el inicio de faena. A su altura, pero se movía. A derechas el de Pepino lo condujo de nuevo con ajuste y temple. Pero pronto el toro se vino abajo y no hubo posibilidad de rematar lo realizado.

Sebastián Castella enlotó como abreplaza a un ejemplar de escaso remate del hierro de Toros de Cortés. Desabrido y sin descolgar en ningún momento con el que el francés se justificó sin más.

Mejor, mucho mejor fue el cuarto. Un castaño serio y pronto que embistió con seriedad y buen aire en un inicio de faena explosivo de Castella. Rugió la plaza cuando el de Beziers corrió la mano con limpieza y expresión en el toreo en redondo. Pero al tomar la zurda todo cambió. El animal no se daba igual por ese lado y cuando retomó la diestra, el animal había bajado la persiana. Castella se amontonó en un tramo final que restó en vez de sumar. Alargó en demasía el trasteo y todo quedó en una ovación tras una estocada cobrada en los medios.

José María Manzanares se las vio en primer lugar con un toro que tuvo un buen pitón derecho mientras le duró el fondo. El alicantino estuvo centrado y queriendo hacer su toreo. En redondo, las tandas de desarrollaban en intensidad creciente de mitad de tanda en adelante. Los de pecho los bordó por redondeados. Ralentizando la embestida, obligando por abajo la embestida. Faltaba ajuste, eso sí, y en Madrid es pecado capital. Al natural no hubo gobierno por culpa del viento y el conjunto, como el toro, fue yendo a menos. Un pinchazo hondo arriba fue suficiente para que asomasen unos tímidos pañuelos que no cuajaron en mayoría suficiente.

Con el quinto, serio y ofensivo por delante, Manzanares dejó una imagen pobre, sin asentamiento ni ideas. Desconfiado y liviano. Y falló con su fuerte, la espada.

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