12ª SAN ISIDRO
La zurda de Talavante puntuó pronto en la mansada del Puerto de San Lorenzo
El extremeño cortó una oreja en el primer toro de un decepcionante encierro del hierro salmantino. Volteado Juan Ortega.
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Tan pronto saltó el único toro potable del Puerto de San Lorenzo que cuando acabó el festejo allá por las 21:05 horas, y visto el desfile de mansos que habíamos presenciado, se antojaba que había pasado un mundo. “Cubanoso” fue único astado del hierro salmantino que se dio con nobleza y clase. Desde que tomó los capotes y soltó su generoso cuello. Lo vio rápido Talavante, que se fue al centro del ruedo para dejar el ‘cartucho de pescao’ y comenzar a torear directamente al natural. Pronto y en la mano, como diría el maestro Chenel. El extremeño cuajó varias tandas por ese pitón bien trazadas, limpiando los muletazos por abajo y rematándolos siempre detrás de la cadera. La faena sufrió un bajón al tomar la diestra. Menos intensidad en la embestida del toro y menos fluido el toreo de Talavante, que retomó el nivel de nuevo con la zurda. Más en corto, pero con la misma longitud y profundidad en los muletazos. Y la estocada para coronar una obra que fue recompensada con una oreja de día de figuras.
No hubo opción con el descoordinado cuarto, que quiso más que pudo, lastrado por esa circunstancia física. Le quedan aún tres tardes a Talavante.
El esperado Juan Ortega vio cómo masacraban a su primero en varas. Un auténtico marmolillo en el último tercio. Al menos lo mató con rectitud.
El estrecho y altón quinto, más en la línea Atanasio, evidenció una falta de fortaleza que vio todo el mundo menos el palco presidencial. Entre protestas inició su trasteo el sevillano, que resultó volteado con violencia en el prólogo muleteril. Se presintió el puntazo. Ortega volvió a la cara del toro para dejar varios derechazos para paladear por su trazo y lentitud. Puro gozo para los sentidos. Pero con un animal así en Las Ventas, es complicado emocionar y levantar los mimbres de una faena. Se ovacionó al diestro antes de pasar a la enfermería.
El segundo y último cartucho de Tomás Rufo en San Isidro tuvo en primer lugar una actuación machacona e insulsa ante un toro del Puerto bajo de raza y de cansinas embestidas. El que acabó cansando fue el toledano por tratar de alargar sin sentido su quehacer.
El sexto manseó de salida pero también cantó su buena clase. Quedaba por ver de qué lado caía la balanza. De rodillas inició Rufo la faena, con el astado humillando y tomando con celo el engaño. Un espejismo. Cuando el de Pepino se incorporó, el toro comenzó su huida por distintos puntos del ruedo. Lo persiguió el torero, que dejó varios muletazos poderosos, aunque la ligazón a partir del tercer muletazo era imposible. La espada se encasquilló y Rufo acabó saludando una ovación.