Las catedrales son mucho más que un templo
Las catedrales están entre las creaciones más singulares de la civilización. Esa semana en "El Dintel" nos adentramos en ellas
Córdoba - Publicado el
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Las catedrales están entre las creaciones más singulares de la civilización. Por sus recintos transitan multitudes de toda condición y creo, fascinadas con el espectáculo de su autenticidad. La clave reside en descubrir que no se trata de una preciosa reliquia del pasado, sino de un templo vivo, lugar sagrado abierto al mundo entero.
¿QUÉ ES UNA CATEDRAL?
Podría parecer una pregunta innecesaria, pero cuando la respuesta se da por supuesta, acaba presentándose como un mero conjunto monumental. Este reduccionismo oscurece la percepción del visitante, incluso cuando se acerca como mero turista. Si el viajero o el alumno sólo busca consumir el monumento, se pierde lo más interesante; es necesario acompañarlo en su recorrido. Al igual que la belleza no puede contemplarse en profundidad sin acceder a la verdad y el bien que la sostiene, una catedral no puede disfrutarse plenamente sin descubrir su compleja realidad.
La catedral es una obra de arte total, testigo vivo de una historia que sigue avanzando. Paralizar su contemplación profunda para limitarnos a los datos técnicos o anecdóticos significa mutilar su realidad más verdadera, mostrar un edificio muerto. Estos colosos de la fe responden a otro lenguaje. Su arquitectura se inspira en la comunidad de personas a la que se dirige, porque pretende que el hombre encuentre en ella un hogar, un lugar donde buscar una vida más digna. Son lugares de encuentro de Dios con el hombre. Bosques espirituales construidos para respirar trascendencia, donde es posible asomarse a un horizonte de plenitud. Resplandecen como espacios para el infinito, abiertos al mundo y al ser humano.
PALABRA CONSTRUIDA
Se ha afirmado que la catedral es una palabra construida. Se trata de una palabra que ha sufrido multitud de alteraciones en su afán por adaptarse a cada tiempo y cada lugar. Esta flexibilidad de criterios, funciones y fisonomías arquitectónicas hace que su lectura resulte difícil; requiere múltiples códigos que permitan interpretarla. Pero más que analizarla o traducirla, es necesario experimentarla, disfrutarla.
La catedral está viva, palpita, se mueve, evoluciona. Es yunque donde se han forjado una enorme variedad de estilos artísticos, litúrgicos, sociales o humanos, fraguados en la comunidad que la acoge y a la que sirve. Verdadera memoria histórica. Primer Pentecostés capaz de integrar los distintos lenguajes entonando un único canto de alabanza al Creador.
La catedral tiene un profundo significado teológico. Es signo visible de la Iglesia particular donde el obispo, sucesor de los Apóstoles, es el titular. Él preside la liturgia los días más solemnes, consagra los Santos Óleos y ordena a los nuevos sacerdotes. Sólo él puede hacerlo, y únicamente en la catedral adquiere pleno sentido de unidad y santificación. Su cátedra o sede da nombre al recinto, simboliza el magisterio episcopal y la potestad como pastor de la grey.
RIQUEZA CULTURAL
Frente a una sociedad líquida en la que cualquier recorrido es posible, donde no se deja más rastro que una efímera estela de agua que nadie puede seguir, la riqueza cultural proviene de dejar surcos. Eso es lo que han hecho nuestras catedrales, roturar un terreno sólido que ha sabido trascenderse a sí mismo, convirtiéndose en punto focal al que mundo mira. Mostrar adecuadamente esos surcos es una enorme responsabilidad.
En este sendero, las catedrales están llenas de historias por descubrir; custodian una herencia cultural que han conservado durante siglos. Pregonan la autenticidad de un modo de vida milenario, asociado al desarrollo de las artes, arquitectura, escultura, pintura o música, gestados como frutos de una vida de fe que hay que aprender a presentar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
La construcción de las catedrales refleja una experiencia verdadera de pertenencia a una comunidad de fe. Pero al mismo tiempo, configura la cultura urbana, contribuyendo a su desarrollo. La catedral nació para la ciudad cristiana, con su inherente aglomeración humana. Toda la población había contribuido de un modo u otro a su construcción y crecimiento, y se sentía parte de ella porque materializaba sus sueños colectivos. Era el símbolo que la representaba.
HISTORIA
A lo largo de su historia milenaria, las catedrales han sido el corazón de las ciudades, desarrollando vínculos muy fuertes con ellas. Piel pétrea en la que la ciudad ha ido imprimiendo su huella; al mismo tiempo, la catedral ha sabido devolverle a la ciudad el reflejo de su alma. No sólo acogían la sede del obispo y de los canónigos, también eran escuelas, destino de peregrinación y lugar de refugio de los peregrinos; privilegiado lugar de enterramiento; espacio de reunión de los gremios; tribunal de justicia; fortaleza defensiva donde la población se refugiaba de los enemigos; promotora de cultura, arte y saber; generadora de talleres, oficios y comercio; gestora de un archivo pionero; sede oficial de acontecimientos sociales relevantes; fundadora de numerosas instituciones benéficas como orfanatos u hospitales. Casa del Dios vivo y casa de todos.
España no puede entenderse sin sus catedrales, tampoco Europa. Ellas son el signo que mejor expresa su identidad milenaria.