Las Navidades recuperadas de Julia con sus cuatro hijos tras su paso por la Casa Madre del Redentor

Tras dos pasos por el hogar de Cáritas esta cordobesa rehizo su vida: “No deberían llamarla casa de acogida, sino del amor. Nadie te pregunta y te reciben con las manos abiertas"

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Las Navidades recuperadas de Julia y sus cuatro hijos tras su paso por la Casa Madre del Redentor

Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Respiran. Duermen. Comen. Viven. Lo intentan. Sobreviven, a veces. Tienen sueños. Como usted. Como yo. Esconden, a veces, sus miserias. Como usted. Como yo. Otras veces deciden dar un paso al frente y cambiar su suerte. Su mala suerte. Cáritas ha atendido este año a 30.000 familias en situación de necesidad. Una de cada tres de esas familias no había tenido que pedir ayuda antes. Suelen ser personas jóvenes y muchas de ellas tienen estudios. Un vaivén de la vida, una mala decisión, un momento traumático, un accidente… Cualquiera está expuesto a acabar en una situación de necesidad. Sí. Usted mismo. Sí. Yo.

Por la casa Madre del Redentor, que cumple ahora veinte años de existencia, han pasado más de diez mil seres humanos que no tenían un lugar donde dormir. Que buscaron la solidez del cemento ante la incertidumbre del cartón. Un 85 por ciento de todo ese heterogéneo grupo de sin hogar eran hombres. Julia formó parte en su día del otro 15 por ciento. Es un “fue” mayúsculo enmarcado en unos enormes ojos verde esperanza que resaltan más por culpa de la mascarilla “¿Me la quito?”, dice coqueta. No le preguntamos su edad, pero sí por su antes. Aunque ahora está “estupendamente” pasó en dos ocasiones por la casa Madre del Redentor “con la autoestima por los suelos, mal… muy mal”. Y desde que puso su pie en el umbral de la casa “no me preguntaron nada. Ni qué había hecho o no había hecho. Ni de dónde venía. Me recibieron con las puertas abiertas y únicamente incidiendo en mí misma. En qué quería y en que debía tirar para adelante porque la autoestima la tenía por los suelos”.

Rápidamente detectaron su mal, que no fue causa sino consecuencia: “Me pusieron en tratamiento porque tenía un problema de alcoholismo, que no era tal problema sino debido a la situación que yo pasé (de la que no nos quiere hablar, lógico). Al llegar aquí pusieron un mecanismo de médicos y ánimo pensando en que podía trabajar porque tengo mi carrera… Lo había echado todo a perder y con mis hijos no tenía contacto”.

Julia tuvo que dormir en la calle. Si esa circunstancia es muy dura para un hombre, para una mujer es “horrible, porque si quieres dormir bajo techo te piden algo a cambio. Y cuando llevas muchos días sin descansar… te acoplas a eso, ¿sabes? Eso es durísimo. Lo más duro que puede pasar un ser humano. Nadie da una cama a cambio de nada. Hay poca gente con caridad de verdad y para bien”.

Pero se empeñó en romper sus fotos tristes y lo logró. Lo lograron. Juntos. Julia se emociona al recordar el cambio: “Con esta familia tan grande… grande… grande… Se me hace un nudo, ¿Sabes? Y yo lo conseguí. Aquí hay mucho cariño. No debería llamarse casa de acogida, suena muy mal para mí, sino casa del amor, porque no vienen a juzgarte con un dedo. A mí no me preguntaron absolutamente nada. Solo me dieron cariño y ánimo. Ahora gracias a Dios y gracias a ellos estoy maravillosamente… hasta me he dejado el pelo largo” -comenta nuevamente con coquetería-. “He encontrado pareja, como Dios manda. Y estoy muy feliz y todo se lo debo a ellos”, remata.

Ahora el verde de sus ojos inunda el resto de su ánimo. Le queda una vida por estrenar y la contempla con “toda la ilusión del mundo. Tengo unas perspectivas que con lo mayor que soy… que quiero más. Voy escalando poco a poco”. Por lo pronto, ya presume de haber recuperado a su familia, que para ella es “lo más importante para mí, más que un trabajo y más que nada. Las Navidades las pasaremos juntos… que cuatro hijos es el mayor regalo que tengo y recuperarlos y verles felices… Su felicidad es la mía sobre todo con lo que han pasado”. Ni la mascarilla eclipsa la sonrisa que irrumpe en el rostro de Julia al terminar la última frase de esta charla.

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