Luis García Montero: "Mi apuesta en la vida es la poesía, a ella le pregunto para poder salir del vacío"

El poeta acude esta tarde a Cosmopoética en el que es, para él, "el gran acontecimiento de la poesía española desde hace muchos años"

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Laura García

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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La rebeldía también se puede mantener sin acudir a la destrucción; y la libertad se puede alcanzar sin recurrir a la deconstrucción de la palabra. Esta fue la apuesta de Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes, cuando, en los años 70 y 80, en plena Transición , se enfrentó a sus primeros versos. Una poesía cívica que utiliza de manera poética el lenguaje común.

-Pareciera sencillo este lenguaje común al que apela... pero no lo es...

-No. Cuando uno escribe poesía, descubre que la naturalidad y la sencillez son lo más complicado. Cuando estudió Dámaso Alonso la poesía de las rimas de Bécquer, que hizo la gran revolución frente al romanticismo, porque acabó con la retórica grandilocuente, habló de una dificilísima sencillez. El intento de llegar al lenguaje común, dándole una dignidad literaria, tiene su trabajo y su depuración. A veces, mucho más complicado que hacer gran estruendo con las palabras.

-No es sencillo, en especial, para crear obras como 'Un año y tres meses', su último libro de poesía... Una poesía que habla de amor y de muerte y que está dedicado al tiempo que duró la enfermedad de Almudena. Cuando se nos va un amor muy grande, para el que tenemos mucho más que dar... ¿Cómo se canaliza ese sentimiento que se queda dentro y que no se puede proyectar ya en nadie, al menos de esa manera?

-Es el momento en el que uno descubre que la ciencia es importantísima. Pero cuando uno tiene que dialogar con sus sentimientos, con su propia conciencia, uno necesita algo más que la ciencia. Ahí está la poesía, las humanidades… La capacidad de pensar en nosotros. Y subrayo esta palabra… Están las identidades individuales, pero cuando existe un amor, se construye algo en común. Cuando se produce una pérdida, hay una parte de “nosotros” que muere también. Cada uno tiene su apuesta por la vida. La mía, desde que soy adolescente, es la poesía. A ella le pregunto y a ella le he preguntado para buscar respuestas que me permitan salir de vacío y encontrarle un sentido a la vida. La apuesta por la vida sigue siendo lo fundamental.

El intento de llegar al lenguaje común, dándole una dignidad literaria, tiene su trabajo y su depuración. A veces, mucho más complicado que hacer gran estruendo con las palabras

-Dice Rosa Montero, en 'La ridícula idea de no volver a verte', que “el verdadero dolor es indecible. Que, si puedes hablar de lo que te acongoja, estás de suerte. Porque cuando el dolor cae sobre tí, lo primero que te arranca es la palabra”. Sin embargo usted ha encontrado en la palabra esa conversación con uno mismo. ¿Le ha servido de cura?

-Sí, en el lenguaje común se suele decir esto de “no tengo palabras”, cuando se pasa por un proceso de duelo. La muerte y el amor han sido la dos grandes reconstrucciones culturales del ser humano. Al escribir, uno tiene la compañía de la experiencia humana de siglos. En mi libro, he buscado la compañía del Arcipreste de Hita, de Góngora, Calderón, Joan Margarit o Rosalía de Castro. En ese sentido, he intentado darle respuesta a mis sentimientos sabiendo que, lo que a mí me ocurre no es una cosa particular, sino que tiene que ver con la condición humana. A partir de ahí, sí se puede contar con las palabras…con las que han escrito los grandes poetas.

-De las primeras cosas que especifica en el libro es que, en esta ocasión, la muerte no es un asunto literario. La muerte es miserable...

-De ahí el “maldita sea” de la muerte, que me recordaba al Arcipreste de Hita. Lo que estoy asumiendo no es un simple asunto literario, es una verdad que me desgarra. Hay pérdidas tan dolorosas que no pueden definirse como un asunto literario, sino como una desgarradura que solo puede tener sentido si lo entendemos desde la experiencia humana.

Lo que estoy asumiendo no es un simple asunto literario, es una verdad que me desgarra.

-Hay también un verso en el libro donde hay que detenerse. Uno que dice que “una historia de amor es un viajero que se sienta en la mesa para hablar de la vida. ¿Es el amor... la vida?

-Sí. Algo que enseña la vida, junto a la literatura, es que, si nos duele mucho la pérdida, es porque estamos perdiendo algo que tiene mucho valor. Junto al dolor, también está el reconocimiento de lo que ha significado el amor. Algo que le ha dado sentido a la vida.

La poesía es un ejercicio de pudor en el mundo de las redes sociales

-Y cambiando un poco de tercio, me gustaría preguntarle, ¿hacia dónde evoluciona la poesía? En la suya, por ejemplo, no encontramos esas métricas tradicionales... Hay mucho verso libre.

-Las formas siempre van unidas a los contenidos, porque la poesía se pregunta por los sentimientos del ser humano, y los sentimientos van cambiando con la historia. Creo que la formación técnica es fundamental, como en cualquier oficio. Mejor no tomarse en serio la poesía de un poeta que no tenga formación técnica… Pero la técnica debe servir para dar respuestas a la realidad, no para hacer malabares.

Creo que ahora hay una transformación cultural, la gente joven tiene como experiencia nativa lo digital, y se ha generado un mecanismo de unión inmediato entre la intimidad y lo público. Creo que la poesía debe cumplir un papel ahí. A veces, la falta de pudor o el arrebato sin pensamiento, hace que se escriban insultos, se confundan las cosas, que haya mentiras o bulos o que, como nos advertía Antonio Machado, digamos “lo que pensamos sin pensar lo que decimos”. La poesía es un ejercicio de pudor.

-Pero hay mucha pseudopoesía en redes sociales…

Sí, llevas razón. Las redes sociales crean su dinámica y eso es fruto, precisamente, por el comercio entre la intimidad y lo público. A los que nos gusta la poesía sabemos distinguir bien entre el que tiene un desahogo amoroso y busca tener en un minuto 25.000 ‘me gustas’, y hace una campaña parecida a la del día de los enamorados con vulgaridades muy populistas que llaman la atención; y quienes han leído a otros poetas y saben como elaborar de manera digna. En redes ocurre lo que siempre ha ocurrido, que el verdadero poeta le da dignidad a lo que hace, y el que no, se deja llevar por las dinámicas sociales.

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